Juaneda, haciendo uso de todo un icono de la ciudad, la bicicleta.

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Entre las muchas razones que llevan a los menorquines entrevistados en esta sección a emprender aventuras por medio mundo, la formación y las oportunidades laborales suelen llevarse casi siempre la palma. Motivos que también le valen a Silvia Juaneda Muñoz (Ciutadella, 1986), quien no obstante encontró una razón extra hace dos años para mudarse a la capital de los países bajos, el amor. Y es que allí es donde reside desde hace tiempo su pareja, el boxeador menorquín Frank Muñoz.

En realidad usted representa un nuevo modelo de menorquín por el mundo, ya que opta por pasar ocho meses en Holanda y el resto del año en Menorca. ¿A qué se debe?
– A que la temporada de turismo cada vez es más corta, el trabajo escasea y a los nuevos empresarios cada vez les ponen más trabas para emprender sus negocios. Sin ir más lejos, yo trabajo en un restaurante de Ciutadella cada verano. Por culpa de la nueva ley sobre los patios interiores esta temporada tal vez no puedan abrir, así que a lo mejor ni vuelvo. También creo que en Menorca durante la temporada baja hay menos posibilidades y recursos para subsistir, sin hablar de la nula actividad sociocultural durante esos meses. Es por esto que los jóvenes y los estudiantes optan por salir de la Isla.

¿Cómo se ha adaptado a la vida en Holanda?
–Intentando seguir su ritmo e ideología de vida; aquí aunque llueva o nieve la vida sigue, no se cancelan los planes. Hay que ser respetuoso, obediente y amable; no alzar la voz en sitios públicos, seguir estrictamente las señales de tráfico como peatón o como ciclista, intentar siempre poner buena cara... Básicamente ser feliz, como ellos lo son. En realidad, hacen todo lo posible para que haya una buena convivencia, son gente muy suya pero muy civilizada.

Muchos jóvenes, como usted, que dejan su Menorca natal, se refieren en muchas ocasiones al concepto «salir de la zona de confort». ¿Qué ha supuesto en su caso ese proceso?
– Pues ha supuesto separarme de mi familia y de mis amistades pero, a la vez, separarme también de una vida fácil y monótona. Creo que en Menorca estamos sobreprotegidos, y es cuando vas a un país extranjero cuando te das cuenta de que la vida no es fácil, pero que superar estos obstáculos te genera una satisfacción moral que creo que no hubiera encontrado en casa. No es fácil tramitar procesos burocráticos en otro idioma, o algo tan simple como hacer la compra, ya que todo está en holandés.

Aunque en su caso, lo que le llevó a vivir a Ámsterdam fue el amor...
– Así es. Mi pareja, el boxeador Frank Muñoz, ya llevaba cuatro años en Holanda cuando lo conocí. Tuve que hacer las maletas y trasladarme a Ámsterdam, lo cual le agradezco porque es una ciudad increíble.

Ahora que su pareja ha anunciado que deja temporalmente el kickboxing a nivel competitivo, ¿cambiará eso sus planes de cara al futuro?
– Para nada. Frank está en su segundo año de carrera universitaria, trabajando con el Ayuntamiento de Ámsterdam organizando un evento anual para promocionar los deportes de contacto, haciendo entrenamientos personales a sus clientes... Y, aún así, tenemos algo de tiempo para disfrutar de esta experiencia. La verdad es que tiene una vida bastante activa en este país.

¿Se han sentido acogidos en Holanda?
– Ámsterdam tiene una multiculturalidad enorme, hay gente de todas las nacionalidades. Pero es cierto que alguna vez he notado que al decir que eres española se les quita la sonrisa. Han emigrado muchos españoles a esta ciudad buscando una salida laboral y son puestos de trabajo que quitan a residentes, y más ahora que están escandalizados con su 7,2 por ciento (ridículo) de tasa de desempleo... Ahora suelo decir que soy de las islas españolas, aquí sí sonríen, son unos enamorados de nuestras islas. Pero, en general, sí nos hemos sentido acogidos.

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¿Qué es lo que más le gusta del estilo del vida que está descubriendo en Holanda?
– Creo que hay que aprender mucho de los holandeses y su estilo de vida, pero lo que más me gusta de ellos es el trato que tienen con los animales. Educan a sus perros como si fueran sus hijos, aman a sus mascotas. Aquí ya no existen leyes como la tenencia de perros potencialmente peligrosos, es un prejuicio para la sociedad y un prejuicio para la especie canina en general.

¿Y lo que menos?
– La comida y sus horarios. Aquí el plato fuerte es la cena que suele ser relativamente pronto, sobre las seis de la tarde. El almuerzo suele ser pan con algo, normalmente fuera de casa. La comida típica de Holanda, sinceramente, no es de mi agrado: potajes, estofados y el famoso arenque crudo. Lo que me sorprende es la buenísima calidad de sus verduras y sus frutas, a precios mejores que los que hay en nuestro país y procedentes de España.

¿Cómo es la vida en un día cualquiera de Silvia en Ámsterdam?
– Me levanto, desayuno y voy al parque a correr. Si no tengo clase quedo con alguna amiga o aprovecho para hacer deberes o tareas de casa. Si tengo clase voy en bicicleta hasta la academia, que está en el centro de la ciudad. Cuando termino suelo ir a un mercado callejero a comprar fruta, verdura y pescado fresco. Llego a casa sobre las cuatro de la tarde, como algo y descanso. Cuando llega Frank por la tarde nos ponemos al día y se va a entrenar, algunas veces voy con él y otras salgo a hacer algunos recados, cenamos y a dormir. Los fines de semana suelen ser más divertidos, es cuando aprovechamos para conocer este maravilloso país.

Me comentaba en su presentación que ahora sabe lo que es ser un inmigrante... ¿Ha cambiado en algo su manera de ver las cosas?
– Sí que ha cambiado; ahora sé cómo se puede sentir alguien que emigra por cualquier circunstancia a un país extranjero y siente el rechazo de la sociedad por no hablar su idioma, la impotencia que se siente al no poder expresarte como querrías y lo solo que te puedes llegar a sentir al principio.

Está aprovechando para mejorar su inglés en una academia, pero, ¿cómo se las arregla con el holandés? A priori no parece un idioma fácil...
– Es lo que peor llevo y lo que más me está perjudicando para introducirme en la sociedad. Aquí se habla holandés y, aunque es verdad que muchos saben algo de inglés, es como ir a Madrid y pedirles que nos hablen menorquín.

¿Se encuentra preparada para entrar en el mercado laboral? ¿Es fácil?
– Sí me siento preparada, pero no es tan fácil. Si quieres, encuentras trabajo solo con el inglés y el español, pero para puestos de responsabilidad necesitas hablar holandés.

Ámsterdam es una ciudad muy turística. ¿Qué visitas recomendaría en la ciudad?
– Recomendaría un paseo en bici por Vondelpark, el pulmón de la ciudad, el parque más grande de Ámsterdam; también la plaza Dam, el kilómetro cero de Ámsterdam, donde está el antiguo Palacio Real; la casa de Anna Frank, para conocer la escalofriante historia de esta familia escondida de los nazis; el Barrio Rojo, donde impacta ver a las prostitutas expuestas en los escaparates como si de objetos se tratara; los Canales del Príncipe, un circuito romántico para pasear en barco por sus canales y puentes... También recomiendo ir a ver las casas flotantes y el Albert Cuyp, el mercado callejero más grande de Holanda.

¿Tiene ganas de volver ya a Menorca?
– Tengo ganas de ver a los míos, nuestras playas y nuestro mar, pero me tiran para atrás las últimas decisiones políticas que se están produciendo. Qui estima Menorca no la destrueix.