El menorquín, en el centro, señala que poco a poco ha aprendido a moverse como un local y a descubrir la otra cara de la ciudad

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European Community Action Scheme for the Mobility of University Students. Leído así resulta poco familiar, pero si recurrimos al acrónimo, Erasmus, nos viene directamente a la cabeza ese programa del cual los estudiantes del viejo continente se llevan beneficiando durante décadas para completar su formación académica y, de paso, conocer mundo y otras culturas. Y en esas se encuentra actualmente este menorquín, Marc Moll Juan (Ciutadella, 1991), un estudiante en la recta final de la carrera de arquitectura.

A punto de finalizar sus estudios de arquitectura, ¿qué es lo que le mueve a vivir la experiencia Erasmus?
— La recomendación de otros estudiantes que anteriormente ya vivieron esa misma experiencia. Llevar ya cinco años en la misma ciudad, estudiando en la misma escuela, y querer un cambio de aires en busca de un sitio en el que la misma disciplina sea tomada de otra forma. Las ganas de viajar y de ver mundo. Las ganas de conocer gente y culturas nuevas. La situación actual de España, en especial en el campo de la arquitectura y la construcción, con poca demanda de profesionales sin que haya disminuido la oferta, algo que te obliga a plantearte un futuro lejos de casa. Para eso, la posibilidad que te ofrece el Erasmus para dar el primer paso de forma segura y así perder el miedo a lo desconocido, es inmejorable.

¿Y por qué eligió un país como la República Checa?
— Por interés en los países del este de Europa, por ser un destino apto para mi bolsillo, por ser Praga una ciudad de postal, por ser el paraíso de la cerveza, por la cantidad de destinos cercanos y a bajo coste que ella ofrecía. Si me hicieran la pregunta ahora de por qué elegir Praga, les diría lo mismo, pero añadiendo el sinfín de cosas interesantes que tiene la ciudad y la República Checa en general.

¿Cómo se afrontan los estudios en un país extranjero? ¿En qué idioma cursa las clases? ¿Estudia checo?
— Más allá de conversaciones que haya podido tener con algún que otro compañero de arquitectura en Barcelona que también haya hecho un intercambio, solamente puedo hablar de cómo se afrontan aquí, en Praga, y sólo en la Universidad Politécnica. Te otorgan muchas facilidades, con voluntarios de la universidad para ayudarte desde el principio — desde recogerte en el aeropuerto hasta ayudarte con todos los trámites, que no son pocos—, un horario específico para Erasmus, con todas las clases en inglés, y un nivel de lo más asequible para que puedas disfrutar de las otras cosas que ofrece el Erasmus, además de los estudios. En el caso de la Facultad de Arquitectura, destacaría por encima de todo el hecho de tener un aula específica por grupo de proyectos, disponible para trabajar siempre que la escuela esté abierta... Desgraciadamente, algo impensable en Barcelona. Como aspecto negativo, la poca interacción en las aulas entre alumnos locales y la comunidad Erasmus, algo que limita el intercambio cultural. También desde la Universidad te ofrecen la oportunidad de recibir clases de checo, algo que no he querido desaprovechar. Pese a esto, desafortunadamente es un idioma endiablado para un español, y acabaré saliendo de aquí sin haber aprendido lo suficiente.

Imagino que el cambio cultural está siendo fuerte, a pesar de que Praga es una ciudad cosmopolita. ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de la cultura checa?
— Que son gente muy parsimoniosa y conformista, con pocas ganas de discutir. Aunque no dudarán en decirte las cosas claras si algo les molesta, no lo hacen con la intención de empezar una disputa, sino por sinceridad, por querer ser prácticos. No son tan rectos como sus vecinos alemanes, ni tan poco como los mediterráneos. Moderados, sería la palabra. Es lo que más me ha llamado la atención. Esto, ¡y que aquí del comunismo sólo queda la arquitectura!

Vivir en una residencia de estudiantes supongo que le está ayudando a relacionarse con gente de culturas y procedencias muy variadas...
— No creas que tanto. Aunque en esta residencia viva gente de todo el mundo, la comunidad más grande, detrás de la checa, es la española. Por eso, por afinidad de carácter y por comodidad a la hora de comunicarnos, tendemos a juntarnos entre nosotros antes que con gente de otros lugares. No lo rechazamos, pero tampoco lo buscamos demasiado, vamos a lo cómodo. Y al juntarnos con gente de otras nacionalidades, las más habituales son las que más tienen en común con la nuestra, como la portuguesa, la griega, o las de países del centro y sur de América. Solamente al organizar partidos de fútbol acabamos juntándonos de verdad con gente de los cinco continentes. Eso sí nos une a todos, aunque sólo sea a los hombres, en este caso.

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¿Y cómo le ha acogido la ciudad? ¿Es fácil la vida de estudiante en un destino turístico de primer orden?
— Como ya dije, la Universidad Politécnica de Praga te ofrece muchas facilidades en todo el período de adaptación, por lo que la acogida no pudo ser mejor. Antes de vivir aquí estaba en Barcelona, otro destino turístico de primer orden. En este sentido, no he notado mucha diferencia, incluso porque, cuando paseas por el centro, el idioma que más se escucha es el español. La vida de estudiante puede ser fácil en todas partes si te lo montas bien. Sólo requieres de más estudiantes y de un período de adaptación. Claro que hay muchos sitios turísticos en Praga, y fueron los primeros que conocimos todos, pero poco a poco aprendes a moverte como un local y descubres la Praga alejada del turismo, mucho más interesante.

¿Le queda tiempo para hacer turismo y conocer el país?
— En mi caso, he tenido la suerte de estar en el último año de carrera y que no me queden créditos suficientes para matricularme en un curso completo, algo que me ha dado más tiempo para disfrutar tanto de este país como de los que lo rodean. Aun así, la experiencia Erasmus ya se plantea de por sí como algo no sólo enfocado a los estudios y la vida profesional, sino también al aspecto ocioso y cultural, por lo que tanto profesores como organizaciones te lo ponen en bandeja para que puedas aprovecharlo también en este sentido. Al menos aquí, en Praga.

¿Esta experiencia le ha motivado para seguir probando suerte en el extranjero?
— Evidentemente.

No tiene muchas expectativas laborales en nuestro país, dadas las circunstancias económicas actuales. ¿Cree que no se valora suficientemente la formación de nuestros jóvenes?
— Para nada. Es algo que considero ambiguo. Las universidades tienen un nivel de dificultad elevado en comparación con la mayoría de países de Europa, algo que nos sitúa en buen lugar, ya que sale gente muy cualificada. Sin embargo, después hay poco esfuerzo a la hora de retener a estos jóvenes talentos, no existe una relación proporcional entre el salario del empleado y la formación que éste ha recibido. Y para estar cobrando menos que un camarero, es lógico que exista tal fuga de cerebros. El esfuerzo económico que realiza el Estado en educación debería considerarse una inversión de futuro, pero la realidad es que no somos más que la cantera de Alemania, una inversión para su futuro. Así, todo este esfuerzo se va al traste.

Sus planes pasan por quedarse en Praga hasta acabar el curso. ¿Cómo se plantea el futuro a corto plazo?
— A corto plazo, lo primero va a ser desencantarme de este sueño que ha durado un curso. Volver al menos durante un año para trabajar duro y acabar la carrera. Después de este año, espero no haberme acomodado demasiado en mi nueva situación, no haber perdido este entusiasmo que te regala la experiencia Erasmus y no tener miedo de salir otra vez.

Y Menorca, ¿qué lugar ocupa en su futuro más inmediato?
— A día de hoy, no me imagino un futuro inmediato en Menorca. Hay pocas salidas para un arquitecto, y hay que aprovechar la inestabilidad actual para ponerla de tu lado y sacarle jugo. Me veo conociendo más mundo gracias a esto, aprendiendo, buscando suerte en otros sitios. Sin embargo, siempre seguiré ligado a Menorca, y sí me planteo mi vida futura ahí, pensándolo a largo plazo. Pero si no sé lo que voy a estar haciendo dentro de un año, tampoco creo que ayude anticipar todavía más.

¿Recomendaría su experiencia a otros jóvenes estudiantes?
— Sin duda. Si mi experiencia puede servir para dar el empujón a un indeciso y quitarle la presión, eso que ganamos los dos. Somos jóvenes, si no lo hacemos ahora, seguiremos viviendo con este miedo absurdo.