Self busca un lugar tranquilo y bien conectado para arrancar su nuevo negocio; descarta regresar a California y baraja la opción de Barcelona. | A. R.

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A Colby Self le gusta recordar que viene de una familia de agricultores. Su abuelo fue uno de los miles de emigrantes que llegaron a California huyendo de la llamada Dust Bowl, una oleada de tormentas de arena que arruinaron la agricultura del Medio Oeste americano en los años 30. «Era un simple trabajador del campo», explica este emprendedor norteamericano, que hasta el próximo 24 de junio residirá en S'Algar en compañía de un grupo de 20 startups de todo el mundo que participan en el programa Menorca Millennials. Al padre de Colby le fueron mejor las cosas y levantó una finca de almendros en el centro de California, donde se crió Colby. 

Hasta hoy se ha ganado bien la vida, aunque la severa sequía que afecta California desde hace unos años ha puesto en alerta los cultivos de la zona y ha obligado a tomar medidas extremas para regular el riego. «¿Qué más da si el cambio climático es un fenómeno natural o está provocado por el hombre? Hemos de hacer algo. Y solo con el esfuerzo colectivo podremos lograr un impacto significativo», comenta Colby mientras desayunamos frente al mar, en S'Algar. Concienciado por los efectos de la sequía en su pueblo, Colby se marchó a Los Angeles para estudiar Ciencias Políticas, y poco después de terminar se instaló en Seattle con su mujer para trabajar en consultorías de Comunicación para proyectos de medio ambiente y sostenibilidad. «Seattle es una ciudad con una gran consciencia social», explica Colby. No obstante, él y su mujer no veían del todo claro que sus trabajos tuvieran un verdadero impacto sobre la sociedad y decidieron crear su propia consultoría, Eco-Innovations.

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«Queríamos ganar dinero para tener hijos sin tener que depender de nadie, hacer algo que tuviera algún sentido para nosotros y que tuviera un impacto en mayor escala», recuerda.

Uno de sus primeros proyectos fue elaborar un sofisticado sistema para valorar distintos productos de consumo según su impacto económico, ecológico y social, pero era «una base de datos demasiado costosa para mantener autorizada», comenta. Ocho años después llegaron a una idea de negocio más práctica: Carbon Checkout, un software que se integra en las plataformas de ecommerce -por ejemplo, un supermercado online- y justo antes de que el comprador cliquee sobre el botón «paga» le ofrece la oportunidad de hacer una contribución voluntaria para compensar el impacto de su producto en el medio ambiente, como las emisiones de CO2 durante su fabricación. Esta contribución económica queda automáticamente registrada en la plataforma Carbon Checkout, que se encarga de invertir el dinero en proyectos de ámbito social o medioambiental. «Cada usuario tendrá su propio portafolio de inversiones y podrá seguir a qué proyectos se han destinado sus contribuciones», aclara Colby.

En estos momentos, Carbon Checkout está en fase Beta, aunque ya está operativa en la plataforma de ecommerce Shopify, donde tienen cerca de 100 usuarios. La contribución media es de 1 dólar por usuario, que se destinan a la preservación natural de la costa de Valdivia, en Chile, donde Colby, su mujer y sus tres hijas han vivido durante los últimos meses. El pasado enero, Carbon Checkout fue seleccionada para participar en Startup Chile, un programa de aceleración de startups financiado por el gobierno de Chile, que les otorgó 40.000 euros para que pudieran focalizarse en el desarrollo de su producto. «Nos hemos venido a Menorca con la casa a cuestas», bromea Colby, que aún no ha decidido dónde vivirá con su familia cuando termine Menorca Millennials. No quieren regresar a California. Buscan un lugar tranquilo y bien conectado para arrancar el negocio. Quizás Barcelona, comenta. El objetivo en las próximos meses es integrar su software con nuevas plataformas de ecommerce y levantar inversión. Menorca Millennials es un buen lugar para comenzar.