Deborah, en el parque natural de Las Estacas, muy conocido en la ciudad de Cuernavaca (Morelos).

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Aterrizó en la capital de México, al Distrito Federal, movida por la misma inquietud espiritual que la impulsó, cuando estudiaba en Londres, a introducirse en el estudio de la kabbalah, la disciplina o «sabiduría antigua» ligada a la mística judía que «te ayuda a entender el universo y a ser mejor persona». Y siete años después esta mahonesa, Deborah Gardés 1979, Maó), sigue cautivada por el colorido, la vitalidad, la gastronomía y las gentes de su país de acogida. Maestra de profesión, vivió siete años en Inglaterra antes de desplazarse a México, y su billete aún no tiene fecha de regreso.

¿Cómo conectan kabbalah y su viaje hacia México?
— Me fui de Menorca a Londres y de hecho me formé allí como profesora. Cuando vivía en Inglaterra empecé a estudiar la cábala en un centro internacional y me gustó mucho. Me uní a su programa de voluntariado, me gustaron sus proyectos humanitarios y les dije que quería trabajar con ellos. En ese momento acababan de abrir un centro en México, tenían muchos estudiantes y necesitaban más personal, buscaban a alguien que hablara español. Y así fue como llegué a México, primero por un año pero me quedé cinco trabajando en el centro de cábala.

¿Qué le aporta la cábala?
— La cábala te explica las reglas del universo, es una sabiduría, es algo práctico, te da herramientas para descubrirte a ti misma y ser mejor persona. Se vincula al judaísmo pero es incluso anterior. Mi centro era abierto a todo el mundo y mi viaje a México era como una especie de intercambio, trabajaba por poquito dinero pero me daban casa y comida.

¿Imaginaba que acabaría quedándose en DF?
— Nunca me imaginé vivir en México en realidad, me fui para probar y ver si me gustaba. El centro fue un buen entrenamiento de vida, pasé de ser encargada de la librería, a serlo de las clases y a organizar eventos.

¿Cómo fue su llegada al país?
— Me encantó. También me gustó Londres, pero el cambio a México fue muy bueno, supongo que porque hablas el mismo idioma y porque la gente es muy cálida..., en cuanto llegué me sentí en mi casa. No conocía a nadie pero la gente te hace sentir que ya estás en familia.

¿Sigue en el centro?
— Ya no. Sigo estudiando cábala pero quise darme un cambio después de cinco años. Necesitaba ganar dinero y ser más independiente. Este programa de voluntaria era muy demandante, prácticamente trabajaba de lunes a domingo. Quería hacer otras cosas, y empecé a mirar escuelas para ejercer de maestra, de hecho había trabajado con el método Montessori en Reino Unido. En México hay muchos centros de este sistema pero realmente el empleo no me daba para vivir, así que busque otras cosas y llegué a mi empresa actual.

De seguros...
— De reaseguros. Mi empresa es una intermediaria, como una consultoría, en realidad se trata de asegurar a las propias compañías de seguros cuando tienen clientes de un alto riesgo. Yo soy la asistente del presidente y los directivos de esta empresa en la que estoy actualmente.

Explíqueme ¿cómo es el método de enseñanza en el que se especializó en Londres?
— Mi título es el de Casa de los Niños de 3 a 6 años, y aunque no sea ahora mismo mi enfoque, me encantaría montar mi propia escuela. Creo que si volviera a trabajar en Montessori sería así. Se trata de un método que en mi opinión genera niños más independientes. Da libertad pero con límites, se trabaja mucho con materiales, es una educación más sensorial y no hay tanta presión sobre los pequeños. Creo que yo (ríe) amaría las matemáticas o el lenguaje si me las hubieran enseñado con este método, aunque para el profesor es más laborioso.

(María Montessori es la educadora, pedagoga y médico que creó este sistema educativo alternativo a principios del siglo XX. Su método en líneas generales deja que el niño desarrolle sus potencialidades de modo libre pero en un ambiente estructurado y con material didáctico específico).

Y hablando de proyectos ¿se plantea dejar México a corto plazo?
— Nunca sabes a dónde la vida te puede llevar pero de momento me gusta mucho y mis planes son de quedarme un tiempo más, un tiempo indefinido, no sabría decir cuánto. ¡Sigo enamorada de México! Tengo amigos que son ya como mi familia, cuando estás lejos de la tuya propia, te la tienes que crear, y tengo muy buenos amigos, que me apoyan en lo que haga falta y yo igual.

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¿Mexicanos o españoles?
— De diferentes nacionalidades, es bastante cosmopolita la zona en la que estoy.

¿En qué zona reside?
— Vivo en Colonia Polanco. México es gigantesco, DF más el estado de México son como 22 ó 23 millones de habitantes, solo en la ciudad y sus áreas metropolitanas. Allí los barrios o distritos son colonias.

Uno de los problemas que aqueja a México en los últimos años es la inseguridad ¿ha tenido algún problema?
— Esta zona en la que vivo, si lo miras en general, es bastante segura. Es como todo, hay zonas de inseguridad pero, toco madera, yo no he tenido nunca un problema de ningún tipo. La verdad es que me siento muy segura. Comparto un piso grande —un departamento como lo llaman allá—, con dos amigas, una mexicana y una venezolana. Siempre he compartido y he tenido suerte con los compañeros y me siento bien así. Aunque ahora pronto seremos dos porque la compañera venezolana se va a ir.

¿Cuál cree que es uno de los principales problemas de México?
— La verdad es que hay mucha corrupción, de todas clases. Por ejemplo los policías allí no están muy bien vistos, en el sentido de que no te sientes segura con ellos. No los quiero meter a todos en el mismo saco, obviamente, pero no están bien pagados y a menudo buscan el soborno.

Al mismo tiempo yo siempre digo que México es el país donde todo es posible, tanto para lo bueno como para lo malo, todo puede pasar, y yo me quiero enfocar más hacia lo bueno.

¿Se interesa por la actualidad política del país?
— No la sigo mucho la verdad, el presidente es Enrique Peña Nieto, pero yo allí no he votado. Este año para las elecciones generales, como estaré de vacaciones en Menorca, votaré. Votar desde el extranjero me han dicho que está difícil, tengo amigos que lo han intentado y no está tan fácil, hay mucho papeleo.

No me interesa tanto la política porque, entiendo que alguien tiene que gobernar, pero creo que no hay que darle tanta fuerza a los partidos. Creo muchísimo más en el poder de la persona, si nosotros cambiáramos hábitos y maneras de hacer las cosas ese cambio llegaría a los que nos tienen que gobernar. El cambio empieza por uno mismo.

¿Pasa igual con la corrupción?
— Claro, se ve en las personas públicas, pero a veces todos hacemos acciones, quizás pequeñas, pero todo está conectado en la vida y todo suma.

¿Y en qué se centra ese enfoque positivo que mencionaba?
— En la gente, que está muy abierta a hacer cosas, también en lo laboral. Tiene mucha vitalidad, mucha cultura y movimiento, ves muchas posibilidades. Su gastronomía, su colorido, es un país muy vivo y alegre. Como en todas las ciudades grandes, siempre hay algo que hacer.

Hay mucha contaminación y mucho tráfico, esa es la realidad en el Distrito Federal, pero también hay mucha expresión artística en sus calles, en zonas como Condesa o La Roma. También más al sur, en el Pedregal, allí vivieron Frida Kahlo y Diego Rivera, y hay un ambiente bohemio y artístico, se mantiene en un estilo colonial y es muy bonito.

Pese a ese amor por México ¿añora lo que dejó atrás?
— Lo que más echo de menos es mi familia, la más cercana, mis padres, mi hermana y mi sobrina. Y la isla, pues la verdad es que es hermosa, sí echo de menos sus playas. Allí la más cercana está a 4 ó 5 horas en coche, Acapulco es lo más cerca, como que no voy tanto a la playa. También me gusta algo que antes no apreciaba, el ir por la calle y encontrar gente conocida y amigos por la calle. Y sobre todo poder respirar aire puro y oler el mar, en cuanto aterrizo ya lo puedo sentir.