Silvia realizando un tatuaje durante un evento solidario en el que tatuadores recaudaron fondos para refugiados sordomudos. | @virgin.i

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Aunque nunca olvida dónde está su hogar y tiene un cuadro de dos metros por uno con las coordenadas de la dirección de su casa en Ciutadella, esta isleña se siente muy a gusto en Hamburgo, la ciudad a la que llegó sin saber alemán hace poco más de cuatro años. Silvia González reconoce que los comienzos fueron duros, pero el esfuerzo le ha recompensado y 2017 le ha traído la oportunidad de dedicarse al arte, la disciplina en la que se licenció en la Universidad de Barcelona, y plasmar sus dibujos a través del tatuaje.

¿Cómo pasó del dibujo en papel a usar la piel como un lienzo?
— Me interesé por el tatuaje hace dos años y fui a Tailandia para hacer un curso intensivo de tres semanas. Me encantó la experiencia, siempre me ha gustado hacer cosas nuevas en cuanto a arte (dibujo, grabado, escultura...), y cuando volví me dije a mí misma «tengo que buscarme un estudio y empezar, aunque sea como ayudante durante un año. Trabajo en un restaurante por las tardes y me pasaba las mañanas dibujando para tener un libro bien hecho.

¿Y de qué manera surgió la oportunidad de entrar en el «Kodiak»?
— Hablando con una chica en un bar al que siempre voy, me dijo que una amiga suya había abierto el estudio y que contactara con ella. Le gustaron mis dibujos, me dijo que creía que encajaba, que eran un equipo joven y empecé. Esto fue en enero pasado y desde entonces no hemos parado. Somos cinco tatuadores y un administrativo, compartimos los gastos del estudio, que incluyen local y material, te hacen la promoción, te buscan clientes..., es como si fuera autónoma, solo me tengo que dedicar a dibujar y a tatuar. La verdad es que somos como una familia.

Pero aún no se gana la vida solo con eso.
— No, mis precios no son tan altos, todavía es como si hiciera formación, pero los clientes lo saben, pagan un poco menos y eso a mí me permite ir más relajada. Para aprender a tatuar bien tienes que tatuar, no hay otro modo. Tengo otro trabajo por las tardes, estoy de camarera en un restaurante de cocina típica alemana, el «Gasthaus an der Alster».

¿Así comenzó en Hamburgo?
— Sí, tenía una amiga ingeniera aquí y yo quería salir, abrirme al mundo. Así que me vine, sin saber el idioma, sin trabajo y con algo de dinero ahorrado que invertí en clases intensivas de alemán y en alquiler, y me tuve que buscar un trabajo. El primero fue en un restaurante español, me sentía más arropada por el idioma, después estuve en un portugués y ahora aquí ya llevo tres años.

¿Ahora ya domina el idioma?
— Si, lo domino bastante bien, pero me queda mucho que aprender, es un idioma bastante complejo. Cada día aprendo palabras nuevas y las digo. Tienes que ser valiente para aprender, decir las cosas como te suenan, nadie se va a reir de ti, solo te corrigen y tú así aprendes. La gente aquí es una maravilla, muy respetuosos, amables y educados. Nunca en el restaurante me han faltado al respeto, me tratan de tú a tú. Interactúo mucho con los clientes y jamás he tenido ningún problema.

Pero sus sueños van por otro camino, el del diseño, la aguja y la tinta.
— Si, es un sueño que se está realizando, poder trabajar en el campo del arte. Me encantaría seguir con ello, poder viajar y también colaborar con algún estudio en Menorca y pasar más tiempo allí. Echo de menos a mi familia, pero ellos están contentos de que cumpla mi sueño.

Eleva el tatuaje a la categoría de arte ¿lo es?
— Yo creo que sí, ahora mismo hay verdaderas obras de arte plasmadas en la piel. Hay artistas que son...(hace una pausa) ¡Ojalá yo algún día pueda llegar a tener esa técnica con la máquina! Porque el tatuaje es técnica con la máquina, yo con el lápiz te puedo hacer lo que quieras, con la máquina aún voy aprendiendo. Es una aguja que clavas en la piel y no se puede borrar, es una responsabilidad. Al principio yo iba con un poco de miedo pero luego ya, a medida que ves que va funcionando, te quedas muy orgullosa.

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¿Es cierto que duele mucho?
— Depende de la zona, en algunas no duele apenas y en otras hay que ser valiente. Pero la gente, aunque sea por tenerlo en el sitio que le gusta lo hace, aguanta esa media hora de sufrimiento. Yo aún no he tenido ningún cliente que se me queje de dolor, se aguantan, son duros (ríe). Además cuando empiezas quieres más, mucha gente vuelve a hacerse más tatuajes.

¿Existe una demanda al alza en este mercado?
— Sí, y va in crescendo. Sobre todo en el norte de Europa está muy de moda el tatuaje. En el mundo de la publicidad, al menos aquí, siempre ves a los modelos tatuados, ya sea en moda o anunciando unas gafas. Chicas y chicos, el tatuaje está en auge, todo el mundo quiere uno. Creo que en España no tanto, aunque también aumenta. Hicimos esta semana un evento solidario para recaudar fondos para los refugiados sordomudos, cada tatuaje costaba 50 euros y todo el dinero recaudado, más las bebidas, se destinaba a una asociación. Pues hubo gente que esperó e hizo cola en la calle, lloviendo, para hacerse uno. Éramos seis tatuadores trabajando doce horas seguidas, la sensación fue increíble. Tanta gente esperando por un dibujo que tú has hecho, algo que tú has creado..., no importaban las horas sin cobrar.

¿Se formó en Tailandia porque es un buen sitio para el tatuaje?
— No, simplemente miraba cursos en Alemania y solo encontré uno que era caro y no tenía nada especial. Empecé a informarme y vi el curso en Thailandia y pensé «qué mejor que aprender algo que me gusta y disfrutar del viaje y del entorno e ir a la aventura».

¿Viajó sola?
— Sí, me gusta viajar sola. No soy antisocial, me gusta también viajar con mis amigos, pero viajar sola es una sensación especial, te desconectas y te descubres a ti misma. Tú eres el centro del mundo, estás contigo misma, y como estás sola, también conoces a gente que nunca hubieras conocido viajando acompañada, te abres más, te vienen oportunidades.

¿Hay alguna moda concreta en el mundo del tatuaje?
— Ahora mismo están de moda los mandalas, son diseños geométricos que se van formando como en círculos; luego los tatuajes lineales, es decir, líneas finas y muy geométricas, con puntos y círculos; también están muy de moda los temas florales, pero con línea. Antiguamente estaban de moda tatuajes con sombreado, realistas, y ahora ya no, ahora se llevan lineales, que solo es por ejemplo una rosa pero el perfil, sin color dentro. También se lleva la escritura alargada, como caligrafía.

¿Qué palabras le pide la gente?
— Palabras como libertad, guerrero..., warrior, porque normalmente son en inglés, y filosóficas, son cosas sobre la vida, sobre crecer, ser valiente. Yo quiero tatuarme la palabra perseverancia, cuando tienes un sueño, hay que luchar por él.

¿Cuántos tatuajes tiene?
— Uno en la parte posterior del dedo anular de la mano izquierda -ahí duele más, hay muchos nervios-. Otro en el antebrazo izquierdo, que es una palabra en morse, el nombre del bar donde siempre voy con libros, donde nos encontramos y me conocen; y luego tengo uno que me hice cuando tenía 17 años, me lo dibujé yo y se lo llevé a un tatuador de Ciutadella: una mariposa en el tobillo derecho, por fuera. Y mi madre se atrevió a tatuarme a mí en una visita, nuestra palabra de afecto, bitxo, en el tobillo izquierdo.

¿Se quedará en Hamburgo?
— Por ahora sí. Desde hace año y medio vivo sola en un piso que me encanta, estoy muy bien adaptada, conozco la ciudad, es joven, limpia, respetuosa con el medio ambiente, cosmopolita, bien conectada y abierta. No se puede comparar con España porque cada sitio tiene sus cosas buenas y malas. Y los alemanes, aunque al principio parezcan distantes luego se abren y son gente cariñosa. La primera vez te dan la mano y luego ya si te conocen, un abrazo, que para mí es algo muy fuerte y cálido.

(Puedes seguir el trabajo de Silvia en Instagram @silviagonzalezpons y @kodiaktattoo).