Pedro, con su perra Tisha en brazos, durante un paseo | P.A.

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A menudo el duelo por la pérdida de una mascota choca con la incomprensión de quienes no han compartido su vida con un animal pero es real, afloran las emociones y cuesta tiempo superar la muerte de un ser que ha sido uno más de la familia. En Menorca a ese mal trago hay que sumar la inexistencia de un lugar apropiado para la incineración individual de ese fiel compañero, que acaba siendo tratado como «basura» en el vertedero de Milà.

Esta es la queja de Pedro Arana, quien el pasado 18 de agosto no se resignó a que los restos de su perra Tisha se vieran incinerados y mezclados con los de otros animales, sin posibilidad de recuperar sus cenizas, en la planta de tratamiento de residuos. «Tuve que trasladarme a Mallorca para honrarle y darle el último adiós a mi mascota, un adiós digno, que es lo mínimo que los amantes de los animales pueden hacer por ellos», explica, «me sentí indignado al no encontrar un servicio de incineración individual, el único lugar es el vertedero, donde se mezcla con restos orgánicos y animales de otras especies».

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