Goran tiene su particular «oficina» en la Plaça de la Catedral. | Josep Bagur Gomila

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Si pasa por la Plaça de la Catedral en Ciutadella en verano es muy posible que el rostro de Goran le resulte familiar. Allí es donde se gana la vida con una curiosa actividad artística, la de retratar a los turistas con un trozo de papel y sus tijeras. Tras algo más de dos décadas de relación con Menorca, nos cuenta su experiencia.

¿Cómo le trajo el destino hasta la Isla?
— Al principio llegué a Mallorca, donde comencé a trabajar como representante de futbolistas. Un fin de semana vine a ver un partido del Mallorca frente al Sporting Mahonés. Recuerdo que teníamos la mañana libre y la dediqué a conocer la ciudad. No me dio tiempo a llegar hasta Ciutadella, un lugar del que ya había visto algo por internet, así que el siguiente fin de semana me volví a plantar en la Isla con la familia. Cuando vi la ciudad, con su antiguo puerto y sus barcos…

¿Se enamoró de la ciudad?
— Sí. Ello me llevó a pasar los inviernos en Mallorca y los veranos aquí, pero desde 2006 resido en Menorca de forma permanente. Aunque algunas veces paso un tiempo en Canarias en invierno por trabajo. Pero tengo mi casa aquí.

¿Qué le llevó a abandonar su país?
— Estudié en la academia militar, aunque no llegué nunca a ejercer la profesión. Mi padre también era militar, pero yo hice los trámites para abandonar el cuerpo cuando me licencié. Tuve la suerte de que mi hermana menor vivía en Mallorca, y eso me ayudó a salir del país como invitado. Tuve que regresar a Serbia luego durante un tiempo, pero cuando estaba allí recibí la llamada de Jovan Stankovic, jugador de fútbol del Mallorca que era mi amigo, para ofrecerme trabajo como su representante. Él sabía que yo quería vivir en España y me ayudó.

Sin embargo, ése no era su único trabajo.
— No. La realidad es que el verano lo tenía más libre, y comencé a trabajar haciendo siluetas de papel recortadas con tijera, una actividad con la que actualmente me gano la vida. Era por eso que en los veranos me venía a pasar unos meses a Menorca.

¿Jugó el conflicto bélico en su país un papel importante en su llegada a España?
— Sí, la guerra comenzó en 1991. Lo más duro que recuerdo fue el año 99, cuando la OTAN bombardeó Serbia. Eso fue lo peor. La guerra fue un desastre total, hermanos contra hermanos.

¿Cómo se adaptó a la vida en las Islas?
— Llegué con mi mujer y mi hijo, y la adaptación fue muy rápida. En Serbia emitían muchas series de televisión en castellano, y nos ayudó a la hora de aprender el idioma. Escuchando aprendimos un montón de palabras. En 2006, cuando caducó el contrato con los jugadores que representaba decidí quedarme trabajando solo con el tema de las siluetas. Así que vendí mi piso de Mallorca y nos compramos uno aquí. En Menorca me adapté perfectamente, ya es como si hubiera nacido aquí. Estoy integrado, formo parte del equipo de ping-pong de Cala en Blanes. Tengo muchos amigos. Mi hijo mayor, que no nació aquí, también se ha adaptado muy bien; tiene 23 años y ahora estudia criminología en Mallorca. Me siento muy cómodo en Menorca y ahora tenemos todos la nacionalidad española.

¿Qué es lo que más le gusta de vivir aquí?
— La calidad de vida, la gente y la cultura. Todo me parece impresionante. Hay tanta diferencia con Canarias que no te lo puedo explicar. Este será el último invierno que hago la temporada allí, no quiero volver más. Estoy muy contento aquí. Me encanta el sabor de Menorca en general. Y en especial el del queso, no puedo vivir sin él.

¿Qué tal se trabaja en Fuerteventura con las siluetas?
— No es como aquí, que estoy como un rey, con mi puesto en la Plaça de la Catedral de Ciutadella. Allí tengo que ir cada día de mercadillo en mercadillo y hacer muchos kilómetros. Me resulta muy duro y es mucho más rentable trabajar en Menorca.

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¿Cómo se inició en el mundo de las siluetas?
— Mi madre, que trabajaba en la universidad, me avisó de que venía un profesor de Francia para impartir un curso de tres meses. El tema en concreto era aprender a hacer siluetas y dibujar, pero además decía que se podía aprender a recortar. Me interesé, aprendí y aquí estoy. Luego, claro, necesitas años y años de práctica y seguir aprendiendo para vivir de esto.

No parece fácil sacar el perfil de una persona con papel y tijera.
— Es muy complicado. Al final se aprende, pero el problema es conseguir hacerlo con rapidez. Necesitaba entre cinco y seis minutos para una silueta cuando empezaba, ahora lo hago en menos de un minuto. Hay que tener en cuenta que la gente no quiere esperar mucho tiempo para recibir el trabajo.

¿Viaja mucho a Serbia?
— Regreso unas dos veces al año, y cada año mis padres vienen a pasar una temporada a Menorca.

¿Cómo están las cosas por allí ahora?
— Está perfecto. El país se ha ido recuperando, el único problema es la economía, pero como en todo el mundo.

¿Y las heridas tan profundas de una guerra tan complicada se curan?
— Eso es muy duro. Entre serbios y croatas las cosas están mejor; también entre serbios y bosnios, el único problema es entre los serbios y los kosovares, ese es un tema muy duro.

¿Qué le llevó a estudiar la carrera de militar?
— Mi padre estaba en el ejército. En la época de la ex-Yugoslavia los militares eran los que mejor vivían; tenías piso, si te casabas tu mujer tenía directamente trabajo y una buena nómina. Yo estudié para estar en el área de telecomunicaciones. Decidí abandonar antes de que comenzara la guerra, pero no fue fácil. El conflicto no había comenzado, pero ya se comenzaban a escuchar cosas. Cuando conseguí salir monté un bar al que solían ir muchos futbolistas. Estuve casi hasta que terminó la guerra; yo tuve suerte porque si hay dos personas militares en una familia solo estaba obligado a ir uno al conflicto, que en este caso fue mi padre.

¿Qué recuerdos tiene de esos años?
— A veces llegué a pensar que hubiera estado mejor en la guerra que en el bar. En aquellos años había muchos conflictos, muchos borrachos... Tenía una mesa de billar y una vez unos militares se pusierom a jugarcon granadas pequeñas en vez de bolas. Fueron unos años muy duros. Yo me quiero olvidar ya de todo eso. Fue un alivio salir del país, tenía en mente venir a a Italia o a España, y al final vine aquí por mi hermana.

¿Qué planes de futuro tiene?
— Jubilarme aquí, con las tijeras en la mano.

Su trabajo le ha permitido ver la evolución del turismo durante los últimos años. ¿Qué opina?
— La calidad del turismo de Menorca no la tiene ni Canarias ni Mallorca. Aquí hay mucho turismo familiar y eso a mí me va muy bien.