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Con el frío contaban, quizá con algo de nieve también. Pero cuando seis jóvenes de Ciutadella, de 26 y 27 años de edad, decidieron aprovechar el puente festivo para visitar Amsterdam para nada intuían que la nevada que se produciría iba a ser tan mayúscula como para que su vuelo de vuelta se cancelara y que su regreso se acabara por convertir en una especie de aventura, con escala en la ahora tan popular Bruselas, una demora de casi dos días, un desembolso extra y un enfado notorio con la aerolínea.

Maria, Katia, Maite, Cati, Emi y Roser llegaron el jueves a la ciudad holandesa con una meteorología propia de un invierno del centro de Europa, sin más. Pero el domingo se desató el temporal. «No se veían los edificios de la nieve que caía», explica Maria. A mediodía llegaron al aeropuerto de Schiphol para desplazarse hasta Barcelona y de allí volver a Menorca, pero la demora se empezó a acumular y hasta bien avanzada la tarde nadie les ofreció ningún tipo de información. «El Aeropuerto era un caos, con muchas colas y en los paneles todos los vuelos aparecían cancelados», relata.

Con su vuelo definitivamente cancelado, se pusieron a la cola para reclamar a la compañía. «La cola era de dos horas y media, o incluso tres horas, hasta que cerraron las ventanillas sin atender a muchos de los afectados». Sin más, ni alojamiento, ni cena, ni soluciones. Nada. Maria comenta que fueron precavidas y durante la espera reservaron camas en un hostal cercano, para evitar pasar la noche en el aeropuerto, como les pasó a muchos viajeros que no fueron tan avispados.

A las siete de la mañana del día siguiente, ayer lunes, de nuevo se pusieron a la cola para reclamar. Hasta las 13 horas no pudieron hablar con algún empleado de Transavia, compañía de bajo coste, con la sorpresa de que les emplazaron a regresar a España tarde y mal, «nos ofrecieron volver el sábado o el domingo, y el sábado con un vuelo con destino a Sevilla». Están muy molestas con la aerolínea, «nos han tenido abandonadas». Al no poder aceptar esta opción, no les quedó más remedio que buscarse la vida sin que la compañía se hiciera cargo de nada.

Bruselas, París, Barcelona...

Ante tan pocas expectativas, la incertidumbre en el espacio aéreo europeo y la necesidad de reincorporarse a sus respectivos trabajos, las seis jóvenes de Ciutadella empezaron a barruntar alternativas. «Nos buscamos la vida, nos organizamos, no había opción de volar y optamos por el tren».