La alcaldesa Montse Morlà y el responsable de Urbanismo, Remi Lora

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No hay nada polémico en una comida de trabajo ni mucho menos escandaloso en un menú de 156 euros, 31 por cabeza. La opacidad informativa en la legislatura de la transparencia es lo que ha encendido el ambiente entre los socios del equipo de gobierno y ha excitado la curiosidad ciudadana por conocer el intríngulis de un incomprendido secreto.

La célebre mesa del Vell Parrander sentó el 8 de enero a la alcaldesa Montse Morlà, al teniente de alcalde de Urbanismo Remi Lora, a la secretaria municipal Cristina Gascón, al asesor mallorquín contratado para defender los pleitos municipales, José María Fiol Ramonell y al magistrado menorquín jubilado, y amigo personal del anterior, Quico Bosch.

La alcaldesa ha usado el papel en vez de la palabra para responder a sus socios de gobierno, lo que añadiría más extrañeza a su comportamiento en el caso, si no fuera porque las relaciones andan a trompicones desde hace tiempo. Lo que les ha sorprendido ha sido la advertencia, apelando a la ley de protección de datos, de que no revelen el nombre de los comensales. Y a fe que han cumplido, a pesar de que la protección legal que se arguye parece mera intimidación.

Alguno de los comensales no ha tenido reparo en desvelar la composición casual del grupo y, al mismo tiempo, omitir con prudencia los asuntos tratados. Es fácil colegir, sin embargo, que los pleitos urbanísticos con conocidas sentencias millonarias contra el Ayuntamiento de Sant Lluís constituyeron el menú de la conversación, una fritura jurídica.

La fecha del ágape es inmediata -salvada la pausa navideña- a la resolución judicial que condena a una indemnización por la vivienda demolida en Binifadet y construida al amparo de una licencia que anularon los tribunales. El golpe, esperado, llegaba cuando se ha encarrilado el pago de 780.300 euros anuales durante 15 años a Son Orfila SL.

Morlà sostiene que es un pago excesivo y cree que queda alguna brecha judicial por la que defender los intereses municipales.

¿Y por qué se fueron a un restaurante de Es Castell? Al margen de razones culinarias, que podría haberlas, cuando uno de los asesores fue invitado a participar ya estaba sentado en el Vell Parrander. Mera casualidad.