Diego Bonardo es un gran amante de la naturaleza, y un gran aficionado a recorrer el Camí de Cavalls. | Redacción

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La ficha

Nació en...

— En 1965, en Turín, Italia.

Actualmente vive en...

— Ciutadella.

Llegó a Menorca...

— Por primera vez, de vacaciones, en 2009 y se instaló temporalmente al año siguiente.

Ocupación actual...

— Actualmente se dedica al mundo del turismo con la gestión de un hotel de interior.

Aficiones...

— Disfrutar de la bicicleta en el Camí de Cavalls.

Su lugar favorito de la Isla es...

— Fornells.

Por mucho que se empeñaran en la agencia de viajes en venderle Eivissa como destino vacacional, Diego se mantuvo firme en su decisión de pasar una semana en un lugar que creía se ajustaba mucho mejor a sus necesidades y a su carácter. «Sentía curiosidad por descubrir esta Isla de la que nadie hablaba», explica el italiano. Al final, el tiempo le acabó dando la razón sobre su presentimiento acerca de un lugar al que se ha ido adaptando progresivamente hasta que decidió establecer definitivamente su hogar.

Se empeñó en conocer Menorca y le salió bien la jugada.
—Sí, tuve la suerte de entrar en internet y encontrar una página web de calidad, un lugar que hacía una presentación muy buena de un destino que es Reserva de la Biosfera, y ya solo ese título me gustó mucho por lo que implica como significado. Me interesaron mucho desde el principio cosas como el Camí de Cavalls y toda la historia que tiene Menorca tras de sí, mucha más que otras islas. En ese lugar también pude ver, además de las fotos de las playas, cuestiones relacionadas con la agricultura o la gastronomía. Me pareció increíble encontrar un lugar así en medio del Mediterráneo, una isla fantástica.

Y aquí se plantó.
—Sí, y lo que vi se correspondía con la información que tenía de antemano. Sobre mi llegada siempre me gusta comentar lo fantástico que me pareció el destino, con su aeropuerto de alta calidad y muy bien organizado, y con todas las personas que me encontré muy amables, todo muy cómodo me pareció, muy limpio y bien explicado en las carreteras. Muy bonito, en definitiva, y muy bien mantenido y cuidado. Y eso es algo que nosotros, en el norte de Italia, apreciamos mucho.

¿Y cómo fue esa semana de visita?
—Me alojé en Santandria y dimos la vuelta a toda la Isla en coche, disfrutamos de todo lo que encontramos. En poco tiempo tuve la sensación como de conocer el lugar de toda la vida. Y eso tiene que ver quizás con que mi madre es de Cerdeña, de Oristano, una ciudad hermanada con Ciutadella. Yo pasaba de pequeño muchos veranos en esa isla con mi abuela. Cuando vine aquí me acordé también de los caballos negros de Oristano, todo me resultó familiar, me dije ésta es mi tierra. Me encontré muy bien. Descubrí un placer interior y un gran amor por esta Isla.

¿Qué tiene diferente a otros lugares?
—Es una isla distinta a todas las otras. Yo pienso que lo que ocurre con ella es que te enamoras o te vas. Es diferente. A Eivissa y Mallorca se va buscando otras cosas, pero aquí encuentras una gran naturaleza, una Isla hermosa, algo muy conectado a la tierra, una tierra muy protegida. Me gustó mucho y ese placer que experimenté durante la visita despertó la idea de venir a vivir aquí algún día.

Algo que se puede pensar pero que no es tan fácil de hacer.
—Claro que no, no es fácil trasladarse de forma definitiva, porque también está el trabajo y la familia.

¿A qué se dedicaba en Italia?
—Era comercial y representante de iluminación y material eléctrico con mucha experiencia. Pero tenía el deseo de trasladarme a vivir aquí, y comencé haciéndolo por periodos de seis meses para trabajar durante la temporada alta.

¿Tardó mucho en decidirse?
—Al año siguiente de venir de vacaciones ya estaba aquí de nuevo. Era una época, antes de la crisis, en la que había muchas casas en venta y compramos una vivienda aquí.

¿Y cómo fue la experiencia de adaptación?
—No encontré muchas dificultades, lo único un poco el tema del idioma, y también los aspectos burocráticos, que son un poco diferentes a cómo se manejan en Italia. Pero todo muy bien, siempre me encontré con personas muy amables que me ayudaron mucho.

¿Encontró una gran diferencia entre la Menorca de las vacaciones y la del día a día?
—No. Encontré un lugar divino. Lo que ocurrió es que cuando uno llega con la temporada empezada el tema del trabajo no resulta fácil. Más cuando no estaba especializado con trabajos relacionados con el turismo, pero yo creo que todo lleva su tiempo y hay que saber esperar. Considero que todo el mundo tiene que venir tres o cuatro meses antes de instalarse definitivamente para ver cómo se vive en Menorca. Lo que no puedes hacer es venir de otro lugar y pensar que tu idea o tu producto puede encajar bien aquí. Hay que ver cómo es la vida.

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¿Y cómo se ganó la vida cuando llegó?
—Pues me puse a trabajar como taxista. Me estudié muy bien la Isla y pasé el examen para obtener el permiso. La gente me preguntaba si tenía experiencia, pero era la primera vez que trabaja conduciendo, pero yo soy una persona que veo y aprendo.

Un trabajo en el que hay un trato muy directo con el cliente. ¿Qué le aportó la experiencia?
—Me ayudó muchísimo a conocer a la gente. Pude conocer la Menorca de la noche y del día. Fue una experiencia fantástica, que me permitió también conocer más de cerca a los menorquines. Aquí, en una Isla, el carácter es diferente al de donde vengo. Yo soy de la opinión de que hay que aceptar las cosas y esperar el tiempo que cada cosa necesita para que te abran la puerta. Descubrí la Isla con ese trabajo. Y aprendí también lo que necesitan los turistas que vienen de vacaciones.

¿Cuántos años estuvo yendo y viniendo?
—Seis años. Hasta que vi que llegó el momento de venir a vivir de forma permanente, fiel al amor que sentía por esta tierra. Cerré la vida en Italia con la ventaja de que ya conocía muy bien Menorca. Aquí había conocido mucha gente, también hice muchos amigos gracias al grupo de mountain bike con el que salgo a hacer rutas. Una vez aquí, sentí como la necesidad y el deseo de dedicarme algo que me permitiera trasladar a otras personas mis emociones por Menorca, quería un trabajo en el que comunicar lo que yo sentía por Menorca, y que pudieran probar la Isla como yo la había probado.

¿De ahí la idea de montar un hotel con encanto?
—Sí, aunque todas las ideas hay que estudiarlas bien y con detenimiento. Hay que encontrar un lugar bueno y manejarse con los termas burocráticos y permisos. Por eso, insisto, es importante vivir unos cuantos meses antes de trasladarse definitivamente, es un consejo que le daría todo el mundo. He perdido mucho tiempo con todo el tema de permisos y eso ha retrasado bastante la fecha de apertura.

¿Es la burocracia más sencilla en Italia que aquí?
—Diferente, y diría que más ágil en mi país. Pero yo estoy aquí y tengo que aceptar las cosas como son. Creo que tengo experiencia, capacidad de comunicación y de organizar una semana de vacaciones, la hospitalidad para mí es muy importante.

Entiendo que el negocio pretende ser algo más que un hotel.
—Es un servicio de hotel pero también de bienvenida a esta isla. Yo puedo ayudar al cliente a encontrar lo más bonito que puede ver.

¿Qué es lo más bonito que puede ver un turista en Menorca?
—Yo siempre recomiendo a los clientes que conozcan bien el viento, es muy importante para poder disfrutar de una buena estancia. Entre las cosas que recomiendo está la visita a los siete faros de la Isla, por ejemplo, o lugares para disfrutar de la mejor puesta de sol, la playa virgen más tranquila… La experiencia de mi trabajo como taxista me ha ayudado mucho en ese sentido. La idea es que la hospitalidad que he disfrutado yo por parte de los menorquines que la disfruten también los turistas en mi hotel.

Es el de los pequeños hoteles de interior un sector al alza, con un crecimiento espectacular en Ciutadella.
—Hay que tener en cuenta que trabajamos con un cliente diferente al de la estructura tradicional, son personas a las que les gusta visitar Menorca durante todo el día y después descansar, nada que ver con el todo incluido. Creo que son unos negocios que ayudan al resto de la actividad en la ciudad. Mucha gente me pide información sobre dónde ir a a cenar o tiendas bonitas de ropa, o cuestiones como qué días hay mercado, es la diferencia de los grande hoteles del todo incluido, que no aportan nada a la economía del pueblo. Es una actividad que no tiene muchos gastos y no necesita mucho personal y lo bueno que tiene también es que es una actividad que te permite tener tiempo para la familia. Además, ofrece la oportunidad al turista de venir durante todo el año.

¿Teme que explote esa burbuja con un exceso de oferta en ese campo?
—Creo y espero que cada persona antes de montar un negocio haya hecho un estudio, porque la inversión es importante, y creo que nadie es tonto en esto. La experiencia de vivir aquí de seis en seis meses me ha permitido ver cómo la Isla cierra en octubre. Y creo que esto puede ayudar a tener unas temporadas un poco más largas. Considero que la moda de los hoteles de interior, si se puede llamar así, es una actividad buena, pero se tiene que controlar que el número que hay ahora no pase al doble.

¿Es optimista sobre el turismo?
—Sí, creo que con los franceses se está produciendo un cambio, que han descubierto esta isla maravillosa y están haciendo grandes inversiones. Creo que son personas muy capaces a nivel comercial y pienso que Menorca en uno o dos años verá un cambio importante en la calidad del turismo, creo que ganará en ese aspecto.

¿Qué echa de menos de su país?
—Está claro que no puedo tener lo mismo que en mi país, es una Isla. Pero no echo de menos nada. Tienes que aceptar lo que es Menorca, sino no puedes vivir aquí. Es una vida totalmente diferente a la gran ciudad, si no lo aceptas, es mejor quedarte en tu país.