El obispo Francesc Conesa en la Catedral de Menorca | Josep Bagur Gomila

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El obispo de Menorca, Francesc Conesa, interpela a los menorquines con motivo de la Navidad al advertir que “también nosotros podemos rechazar a Dios, no dejarle que forme parte de nuestra vida”. El prelado -que presidió este lunes por la tarde la Eucaristía en la Catedral en la Vigilia de Navidad y este martes a las 11 horas en la iglesia de Santa María de Maó- preguntó a los asistentes: “¿dejamos que Dios entre en nuestra vida o sólo nos miramos a nosotros mismos?”.

A continuación, el pastor de la Iglesia menorquina planteó otros interrogantes: “¿acogemos a Dios cuando se presenta ante nosotros con el rostro del más pobre o del que sufre?, ¿tenemos tiempo para Dios o sólo para nosotros?”.

Conesa destacó del nacimiento de Jesús que “ha nacido para todos los hombres, porque lleva en su corazón toda la humanidad y desea la salvación de todos”, pero lamentó que “no todos lo quieren acoger. El Evangelio no oculta el drama que supone que Dios mismo sea rechazado por el hombre”.

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Explicó “San Juan dice ‘vino a su casa y los suyos no le recibieron’. San Lucas da el detalle de que no había sitio para él en la posada. El hijo de David va a su ciudad, pero tiene que nacer en un establo. El ser humano puede no encontrar hueco para Dios en su vida. El Verbo viene al hombre, pero el hombre no escucha. La luz de Dios baja a la tierra, pero el hombre prefiere la oscuridad”.

El obispo transmitió en esta homilía de Navidad un mensaje en positivo al proclamar que “la negativa no es la única respuesta, porque hay personas atentas a Dios, que acogen su visita. San Lucas en el Evangelio habla del amor de su madre María, de la fidelidad de José, de la vigilancia de los pastores. San Juan dirá que a todos los que lo han recibido, les concede ser hijos de Dios”.


“Hay quien acoge -prosiguió- y con ello comienza la salvación, se inicia un mundo nuevo. Se empieza a construir una nueva ciudad. Silenciosamente, paulatinamente, humildemente, algo nuevo comienza cuando acogemos a Dios. Entonces su luz va penetrando nuestras almas, su palabra resuena en nuestros oídos. Y todo ello nos pone en camino hacia los demás. Cuando acogemos a Dios comprendemos que él nos espera entre los más pobres, en quienes necesitan nuestra ayuda”.


El obispo Conesa pidió acoger con humildad a Dios al anunciar que “en el establo de Belén cielo y tierra se tocan; el cielo ha venido a la tierra para iluminarla. Desde Belén brota una luz que alcanza a todos los rincones y se prolonga por todos los tiempos” y pidió a los menorquines que “salgamos a su encuentro con humildad, como los pastores, como María, dejemos que la luz de Dios llegue a nosotros. Y su alegría inundará nuestro ser. Y el mundo será más luminoso”.