Conviven en la ciudad dos formas de ver la fiesta, según el trabajo, una más laica y una más religiosa

TW
7

La creencia popular de que las fiestas patronales son un tiempo para dejar a un lado las rencillas y manifestar solo los afectos, reiterada en los pregones y en los discursos escritos en los programas de actos, no se corresponde con la realidad. Es la conclusión a la que ha llegado el antropólogo urbano José A. Mansilla en el trabajo que ha presentado al XIII Congreso Español de Sociología (València, 3-6 de julio) en base a una investigación realizada en la Isla. El título es ya elocuente: «Unas fiestas para el conflicto. El caso de la Mare de Déu de Gràcia de Maó, Menorca».

En el caso de Maó, para este especialista del Departamento de Ciencias Sociales y Comunicación de la Escuela Universitaria de Turismo Ostelea, de la Universitat de Lleida, miembro del Observatori d?Antropologia del Conflicte Urbà, entre otros, el conflicto se manifiesta en el debate social sobre la religiosidad de las fiestas. Sirva de ejemplo sintomático concreto la diatriba sobre el nombre con el que se las debe denominar: Gràcia o Mare de Déu de Gràcia.

«Lo cierto es que estas festes no suponen un ámbito ajeno a la cotidiana realidad y la inherente conflictividad social y política», expone Mansilla. La celebración, continúa, «no permanece ajena a las luchas políticas propias» de la ciudad, algo que queda reflejado en su organización, dice, y en el espacio público. La mayor apertura de los protocolos respecto a Ciutadella, con mujeres sobre el caballo, sin cargos nobiliarios y con mayor presencia de dirigentes públicos, «abriría la puerta a la competencia política y a la disputa», expone.

Lea la noticia completa en la edición impresa del 30 de marzo en Kiosko y Más