Laurentiu Mihai Rotaru. | Sergi Garcia

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La ficha

Nació...
— El 3 de noviembre de 1988, en Botosani, Rumanía.

Actualmente vive en...
— Ciutadella.

Llegó a Menorca...
— En agosto de 2005: aquí ya vivía parte de su familia.

Profesión
— Trabaja en el sector de la hostelería.

Futuro
— Lleva media vida aquí, pero planea volver algún día a su tierra.

Su lugar favorito de la Isla es...
— Cala Galdana y Son Saura.

Mihai contaba con la ventaja de que parte de su familia ya estaba instalada en la Isla, así que cuando con 15 años vio que en su país no le esperaba un futuro demasiado halagüeño, llamó a su hermano para que le echara un cable. «Era muy joven entonces, pero ya me di cuenta de que el rumbo que estaba tomando mi vida no iba por buen camino», rememora.

Ya venía con alguna referencia de la Isla, pero ¿qué le pareció cuando llegó?
—Un lugar estupendo. Aunque no hablo solo de Menorca, sino de España en general. Lo que sí es verdad es que es una Isla muy guapa, con unas playas muy bonitas. El país en sí me pareció un lugar espectacular para vivir, un paraíso en comparación a de dónde venía. Un sitio en el que con el trabajo que tenía me podía permitir ciertas cosas.

¿Cómo fue su incorporación al mundo laboral siendo tan joven como era?
—Al llegar trabajé cerca de diez meses en la construcción de la Ronda Sur de Ciutadella, y cobraba cuatro euros la hora.

No podemos decir que fuera un buen sueldo.
—Era poquísimo dinero, y además trabajando de forma ilegal, sin estar dado de alta. Pero claro, llegas aquí y ganas cerca de 700 euros en un mes, que tampoco dan para mucho, pero como decía antes me daba para comerme una hamburguesa fuera de casa si quería. Y fue precisamente en una hamburguesería de la plaza de Es Pins donde conocí a personas que luego me ayudaron mucho a salir adelante, una de ellas me consiguió un trabajo de camarero en un restaurante del puerto.

Aún así, no fueron unos comienzos fáciles.
—En absoluto. Coincidió también con una época en la que la gente con la que vivía, mi hermano y unos amigos, tuvieron que dejar la Isla por un tiempo después de que les pillaran trabajando sin permiso. Me quedé solo viviendo en un piso, y sí que fue una etapa dura. Comencé a trabajar en la hostelería, principalmente en la barra por el tema de los papeles, para no mostrarme demasiado, y así fui aprendiendo la profesión.

¿Por qué no conseguía que le dieran de alta en los trabajos?
—Aún no tenía los papeles en regla, era complicado. En el fondo me estaban haciendo un favor contratándome, pero está claro que esa situación tiene sus inconvenientes, ya que podía dar lugar a comentarios de la gente acusándote de ilegal, de llevarte el dinero en negro o de quitar el trabajo a otra gente. Pero lo que esas personas no se planteaban era que el que realmente ganaba era el empresario, que no pagaba la seguridad social, y el más perjudicado era yo, ya que me veía obligado a hacer más horas que nadie; si decía que no ya sabía que otro ocuparía mi lugar.

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No tenía muchas opciones.
—Daba igual las horas que trabajara, siempre cobraba lo mismo. Sí, me hacían un favor pero también se aprovechaban de mí. Yo sí que estaba interesado en hacer todo legal, principalmente porque cuando no tuviera trabajo también podría beneficiarme de las ayudas. Y eso no lo pude tener. Fue una época difícil realmente. Con el tiempo, en 2010, también vino a vivir mi madre a Menorca, y aquí sigue. Durante un tiempo llegamos a vivir la familia al completo en la Isla.

Poco a poco las cosas fueron poniéndose en su sitio.
—Sí, y de nuevo gracias a la ayuda de la gente seguí prosperando. En un momento dado comenzó mi mejor época, ya con los papeles, gracias a que Rumanía entró en la Unión Europea y nos dejaron trabajar. Gracias también a un amigo pude entrar a trabajar en Ses Voltes Espai Gastronòmic, lugar en el que todavía sigo. Fue un proceso duro hasta llegar allí.

¿Qué ha aprendido de toda esa experiencia?
—Mucho. Aprendí a ser una persona más humilde y más paciente. La experiencia me ayudó también a ser alguien que ayudaba más a los demás. Aquí he aprendido a apreciar más las cosas. Antes me veía más obligado a sobrevivir, ahora no sabría si podría volver a vivir como entonces, ahora estoy más estable y aquí tengo mi vida.

¿Cómo ha cambiado Menorca el rumbo de su vida?
—Menorca cambió mi futuro al cien por cien. No sé que hubiera sido de mi vida.

¿Tan difícil es buscarse la vida en Rumanía?
—No es que sea difícil, lo que ocurre es que ellos te hace la vida difícil, me refiero a los políticos. Entran cada cuatro años y te prometen cosas que luego no te dan. Por poner un ejemplo, dan más ayudas a un preso que a un niño que está estudiando, para que te hagas una idea, así funcionan las cosas.

¿Qué me dice de la España actual?
—Pues he decir que desde que vivo aquí he comprobado que es un país que en cierto sentido tiende ahora más a parecerse a Rumanía, en el tema político. La corrupción es algo que me indigna mucho, nos tratan como si fuéramos tontos. Hay muchos contrastes. Ahí está el ejemplo de un país que salvó a la banca cuando fue la banca quien nos rompió los huevos a nosotros.

Se le nota muy cabreado.
—Hay cosas que me indignan mucho. Me da la sensación de que cada vez flota como más mierda. Me gusta mucho seguir las noticias, pero es un tema que me calienta mucho. Luego hay que ver lo que pasa aquí también. Yo he trabajado muchos años en el puerto, y lo que digo no lo hago por defender a mi empresa que tiene negocios ahí, hablo por defender los derechos de los trabajadores que se ganan la vida ahí, gente que sabe que hasta junio no va a poder empezar a trabajar… Han tenido todo el invierno para hacer las obras y no se han hecho.

Cambiemos de tercio, vayamos a la parte positiva. ¿Qué es lo que más aprecia de la vida en la Isla?
—La tranquilidad que hay aquí no la he visto en ningún sitio, y lo digo como una persona que he viajado bastante, por casi toda Europa. Lo bueno creo es que Menorca es un lugar que me ha dado la estabilidad en mi vida, y eso me hace estar cómodo. Ahora tengo mis metas en la vida y puedo ver las cosas de otra manera.

¿Qué planes de futuro tiene?
—Pues he comprado un terreno con mi pareja en Rumanía para en el futuro construirnos allí una casa. Ella es también rumana y vive aquí desde hace ocho años. Al principio pasó por todas las mismas cosas que yo pero con mi ayuda. Yo ya le avisé de que en los comienzos no iba a ser fácil tener trabajo siempre, pero al final las cosas han ido saliendo bien.

Al final el trabajo no ha sido problema para ninguno de los dos.
—Sí. Pero todos sabemos que la hostelería es un trabajo que quema, es como un virus capaz de destruir familias, y eso es algo que el que no está dentro no lo sabe; mi idea es no acabar a los cincuenta años con una mano detrás y otra delante y depender de esa profesión. De ahí la idea de poder construir una casa en mi país e intentar montarnos algo para poder vivir. Lo único que sé es que trabajando no me voy a hacer rico.

¿El sueldo que gana aquí es de rico en Rumanía? ¿Cuál es el salario medio allí?
—El nivel de vida allí es diferente, el sueldo medio puede ser unos 300 euros. Aquí ganas más, pero el litro de gasolina cuesta lo mismo en los dos sitios. Los precios son parecidos, y cuando entre el euro va a pasar como aquí con las pesetas, que va a subir todo. Es por eso que ya tenemos el terreno comprado. Todos mis amigos de la infancia están repartidos por Europa. En Rumanía no había futuro ni lo hay actualmente. Estamos hablando de un país en el que no hay autopistas, para recorrer un tramo de 350 kilómetros, que aquí se puede hacer en dos horas, en Rumanía, en la zona de donde soy yo, en el norte, puede suponer casi ocho horas por una vía convencional. Es un país con una tasa de accidentes muy alta.

¿No es optimista sobre el futuro de su país?
—A corto plazo, no. No lo veo. A lo mejor de aquí a 20 o 30 años sí que el país tendrá las infraestructuras que necesita.

¿Qué es lo que más echa de menos de su país?
—Todo. Creo que la gente de aquí no sabe lo que es vivir separado de tu familia, de tu gente, de tus amigos. Mi hermano, después de vivir once años en la Isla, ahora está trabajando de camionero viajando por toda Europa. Nuestra familia está rota, nos hemos ido separando. Ahora me siento muy de aquí, llevo viviendo en la Isla la mitad de vida. Eso sí, te aseguro que el día que me vaya de aquí regresaré una vez al año para venir de vacaciones y ver a mi gente, a todas esas personas que me han apoyado. Menorca y su gente me lo han dado todo, pero yo también he intentado hacer bien las cosas. La verdad es que estoy muy agradecido.