La uruguaya, el pasado viernes en la redacción del «Es Diari» tras realizar la entrevista. | Javier Coll

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La ficha

Nació el...
— 2 de mayo de 1967 en Montevideo, Uruguay.

Actualmente vive en...
— Maó.

Llegó a Menorca...
— Hace 27 años, en 1992.

Ocupación actual
— Agente inmobiliaria.

Familia
— Un hijo nacido en la Isla.

Su lugar favorito de la Isla es...
— Uno de ellos, Ses Olles en Binissafúller

Hay quien busca Menorca y quien se la encuentra en el camino, como le sucedió a Jerome: «En mi caso fue el amor », puntualiza antes de relatarnos sus vivencias en la Isla, donde lleva ya algo más de la mitad de su vida.

¿Cómo empezó todo?
— En Montevideo trabajaba para una multinacional como experta capilar y facial. Una amiga me invitó a una cena con un amigo suyo que venía de España. Acepté, y allí encontré a mi futuro marido. Nos conocimos de una forma muy bonita y nos enamoramos.

Y puso rumbo a Menorca.
—Sí, renuncié a mi trabajo y me vine a vivir a la Isla con él. De eso ya hace 27 años, era muy joven, era una niña, tenía 24 años y él 48. Mis padres tenían miedo, pero les convencí. Y me vine aquí con Manolo, Manuel Arjona. Tuve que pasar de niña a mujer en poco tiempo. Así empezó mi andadura en Menorca.

¿Cómo fue la llegada a la Isla?
—Pues viví una sensación muy difícil, ya que venía de una gran ciudad. Tenía allí mi vida montada, con las amistades del colegio, mi familia… Y cuando llegué aquí, el amor mueve montañas y pude equilibrar el cambio que llevé a cabo. Nunca me olvidaré del avión tan grande que me trajo a España.

¿No había salido antes de Uruguay?
—El único sitio al que había viajado era Buenos Aires, cuando tenía 18 años y era una joven muy rebelde. Pasé un año con mis tíos en Argentina; otra experiencia más en la vida. En cuanto a los estudios, quise ser ayudante de arquitecto, pero no seguí la carrera, craso error el mío. Pero bueno, la vida me compensó dedicándome al campo facial y capilar. Y fue entonces cuando conocí al amor de mi vida. Pero cuando llegué a Menorca me asusté.

¿Por qué?
—A nivel familiar tuve que crecer a pasos agigantados. Tienes que responsabilizarte de una casa, de la familia. Es cierto que fue difícil. Mi familia en Uruguay me entendió, pero tenía que hacer entender a la nueva familia y a la gente de aquí que yo había venido por amor. Teníamos edades diferentes y situaciones diferentes. «¿Esta chica qué hace aquí? ¿Qué es lo que le trajo», se preguntarían seguramente muchos. Tuve que acarrear muchos años con esa cuestión. Soy una persona que me dieron una buena educación, un saber estar, y gracias a eso y a las llamadas que hacía constante mente a mi madre encontré la fuerza para seguir adelante.

Un proceso de adaptación complicado, entiendo.
—Sí. Porque yo no veía Menorca como algo maravilloso y una isla beautiful. Yo tan solamente veía al amor.

Vino por un amor que, al final, no fue para siempre.
— Una pena.

¿Qué le hizo quedarse?
—Hay que tener en cuenta que ya había nacido mi bebé. Un hijo, Manuel Arjona, que ahora ya tiene 24 años. Menorquín de pura cepa, aunque su padre, como dicen aquí, es foraster, ya que vino a hacer la ‘mili’ y se quedó. Para mí es un hombre digno de admirar. Fueron unos años difíciles a partir del momento en que me di cuenta de que se habían roto mis ilusiones. Creo que me quedé porque solo pensaba en mi hijo.

¿Se planteó regresar a su país?
—Sí. Pero pensé que no podía privar a mi hijo de que viera a su padre y a sus hermanas. Así que me quedé. Tuvo que ver en ello también el hecho de que yo ya había empezado a trabajar en el mundo inmobiliario, y cuando me separé ya tenía una base. Ahí empezó mi andadura en solitario, y he tenido que luchar mucho, una mujer joven y sudamericana. Y digo sudamericana porque sé lo que es eso; nunca sentí una discriminación hacia mi persona. Los menorquines me han acogido, y eso es algo que quiero agradecer a través de esta entrevista.

¿Se siente adoptada?
—En Menorca me siento muy querida.

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Lleva dos décadas en el mundo inmobiliario. ¿Cómo afrontó los duros años de la crisis?
—Salí adelante como freelance. Gracias a Dios, mis compañeros de profesión, y te podría citar un abanico de gente, me han apoyado mucho. Me sentí valorada.

¿Qué es lo que más le gusta de su profesión?
—El trato con la gente. He ayudado a muchas personas en ese campo. Nunca me desligo de un propietario ni de un cliente, y gracias a eso hoy puedo decir que me encuentro en el mejor momento de mi vida profesional, con proyectos. Y los últimos cuatro años he tenido la suerte de poder salir de Menorca. Yo veía que había algo aquí que me estaba atrancando.

¿Hacia dónde fue?
—Un día decidí hacer las maletas y partir hacia Eivissa, donde tengo buenas amistades. La vida te da oportunidades, así que estuve un tiempo viviendo entre Menorca, Eivissa, Mallorca y Formentera.

Pleno insular. ¿Con cuál se queda?
—Con Menorca, es un lugar que siempre me trae de vuelta. Pero toda esa experiencia me hizo crecer, mi mente se abrió. Y a través de eso estoy feliz con los proyectos que tengo. Es el momento de recoger lo sembrado, y creo que lo haré entre este año y el que viene. Llegar hasta donde estoy me ha costado lágrimas y sangre.

¿Qué es lo que más te gusta de la vida en Menorca?
—Me gusta la calidad de vida, la tranquilidad, las playas, la gente, mis calles. Piensa que llevó ya más de media vida aquí. Tengo el orgullo de decir que amo Menorca y a los menorquines. Y estoy deseando escuchar ya el pregón de las fiestas de Maó.

¿Cómo vive las fiestas?
—Intensamente. La primera vez que las vi me sorprendieron mucho. Aunque hablando de sorpresas hay cosas que nunca olvidaré, como cuando recién llegada, con mi marido, fuimos en la lancha a Calescoves y me encontré allí a todo el mundo desnudo. Pensé, «¿dónde me he metido?» Hay que tener en cuenta que en Uruguay no podías hacer top-less. Allí había otra moral, otras costumbres, y aquí tuve que abrir la mente sí o sí. Me di cuenta de que no todas las mujeres querían casarse y tener hijos y ser ama de casa como fue mi madre. Una persona que es un gran pilar en mi vida y se lo quiero reconocer. Estoy muy agradecida de la educación que me dieron mis padres, esa será mi herencia.

¿Vuelve mucho a Uruguay?
—Económicamente no ha sido fácil en los últimos tiempos, no he podido dejar de trabajar. Pero gracias a la tecnología y el Whatsapp estamos más cerca. Atrás queda el tiempo en que pasaba mucho tiempo hablando por teléfono con mi madre. Entonces necesitaba un apoyo, y ella me lo daba. Creo que la última vez que viajé fue hace siete años, pero en 2014 se vinieron a vivir aquí mi madre y mi hermana. Tuvieron la gran suerte de poder vivir en la Isla durante cinco años y medio.

Aunque lleve más de media vida viviendo aquí, supongo que habrá cosas que eche de menos.
—El despertar cada día con mi madre. Tenemos un lazo muy profundo. Eso es lo que hecho de menos. Pero claro, cuando vives en otro país, tienes un hijo, y tu familia está lejos no puedes vivir entre dos mundos, tienes que cortar para poder seguir avanzando.

Y actualmente se siente…
—Menorquina. En Menorca aprendí a ser mujer, madre y luchar. Y lo que tengo también se lo debo a mi ex marido, estoy muy agradecida a él por la ayuda que me ha prestado.

Antes me decía lo que le gustaba de Menorca. ¿Hay algo que no le agrade?
—No. Aunque es un lugar muy pequeñito y hay que tener mucho cuidado done pisas. A veces confiamos en personas en momentos de la vida y no son las adecuadas. Pero he de decir que yo tengo dos ángeles en la tierra que están en mi vida, Pilar Marbán, que ha sido profesionalmente mi apoyo constante; y luego Doña Carmen, miembro de una familia que me ha hecho sentir que realmente valía para muchas cosas. A través de ella me hecho más fuerte, y los mejores atardeceres que he visto en mi vida los vi a través de su ventana, en Forma Vell, su finca.

¿Cómo resumiría su experiencia menorquina?
—Lo que puedo decir es que si volviese atrás elegiría de nuevo el mismo destino, y volvería a pasar por lo mismo. La Isla es un lugar maravilloso, con calidad de vida, a un paso de todo.

¿Y el futuro?
—Siempre sueño que tengo que volver. Cuando mi hijo tenga su familia, ahí seré libre y podré elegir. Tengo claro que he perdido muchos años sin disfrutar de mi familia, por eso sé que en un futuro pasaré temporadas con mis hermanas en Uruguay. Pero los días que me quedan aquí serán muchos porque sé lo que es Menorca.