Sara Reurer, Duna Pons y Sara Caules junto a una fuente de agua termal en las proximidades del puerto de Reykjavik

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Lugar y año de nacimiento

— Nacidas en 2002, Duna Pons es de Maó y Sara Reurer y Sara Caules, de Alaior

Formación académica

— Son compañeras en el instituto Cap de Llevant de Maó, donde estudian el Grado Medio de Formación Profesional en Cuidados Auxiliares de Enfermería

Ocupación actual

— En noviembre inician dos meses de prácticas en el Hospital Mateu Orfila

Viajaron a...

Reykjavik para seguir el primer mes de prácticas en un geriátrico de esa ciudad

Tres amigas, compañeras de estudios, y un mes intenso vivido en Islandia, en su primera experiencia lejos de casa. Sara Caules, Duna Pons y Sara Reurer, estudiantes del Grado Medio de FP en Cuidados de Auxiliar de Enfermería en el instituto Cap de Llevant de Maó, se han apoyado y compartido momentos, han aprendido la que será su profesión y disfrutado al máximo de su viaje a Reykjavik. El programa Erasmus+ les brindó la oportunidad de hacer su primer mes de prácticas en un geriátrico islandés y ellas aprovecharon la oportunidad, una experiencia que no olvidarán.

El pasado junio acabaron el curso y pasado el verano, llegó el momento de afrontar la parte práctica para poder obtener su título. «Tuvimos suerte», explican, «teníamos tres destinos para elegir, Eslovenia, Dinamarca e Islandia, y por sorteo nos tocó Islandia, que era la opción que queríamos». El país del norte se ha convertido en atractivo para los jóvenes, otro grupo también quería ese destino y en el instituto lo echaron a suertes. ¿Por qué esa elección?

«Porque es un lugar distinto, muy bonito» comenta Sara R., «también por la gente y la cultura, diferente a la de aquí», corrobora Duna. Las tres estudiantes vivieron en Reykjavik del 12 de septiembre al 14 de octubre pasado; trabajaron en la residencia para mayores Grund, una de las más antiguas de Islandia. Han tenido que desenvolverse en inglés para su día a día «todo el mundo lo domina allí» pero no tanto las personas de más edad con las que ellas trataban, aunque «acabamos entendiéndonos». Al final, el cariño y las atenciones que dispensaban rompieron las barreras idiomáticas.

Las tres menorquinas fueron asignadas cada una de ellas a uno de los auxiliares de la plantilla de la residencia. «Llegábamos a las 8 menos diez, nos cambiábamos y asistíamos a la reunión de auxiliares y enfermeros, en la que se hablaba de cómo habían pasado la noche los residentes y se repartía el trabajo, cada día nos ponían con un auxiliar distinto», apuntan, y en un pasillo de la residencia diferente, para rotar . El funcionamiento es diferente. «No es como en Menorca, los que ayudan a los abuelitos, les hacen compañía y atienden no son sanitarios», explica Duna, pero tampoco están capacitados para darles la medicación, «eso lo hacían los auxiliares y nos enseñaban a nosotras cómo hacerlo».

De 8 a 14 horas, separadas cada una con un trabajador del geriátrico, aprendían a manejarse en los cuidados y después, tardes y fines de semana para explorar un país de naturaleza salvaje, con aguas termales, géiseres, glaciares y mucho territorio sin habitar.

Vocacional

Despertaban a los pacientes, les aseaban y vestían, y les preparaban y suministraban su medicación siguiendo las instrucciones de los auxiliares y enfermeros del centro. Todavía adolescentes, han trabajado con ancianos, algunos de 90 años o más, incluso centenarios, porque aunque la esperanza de vida islandesa está por debajo de la media española, ha aumentado su longevidad y llega a los 82,6 años (dato 2017), 84,3 en mujeres. No cabe duda de que en su formación tiene un peso importante la vocación. Y en eso creen que la FP ha sido el camino más útil, para saber si realmente les gusta, y después optar a un Grado Superior y luego a la titulación de Enfermería.

«Creo que sabíamos que nos iba a gustar y luego nos gustó aún más de lo que pensábamos», comentan las tres estudiantes, «les coges cariño». Aunque admiten que es «estando con personas de verdad cuando ves si puedes servir o no para el trabajo», por mucho que te hayan contado en el año teórico. Su destino dentro de la residencia Grund fue la planta dedicada a las personas enfermas de alzheimer y parkinson, todavía en un estadio poco avanzado. Aunque no necesariamente su salida laboral será en un geriátrico o en cuidado de mayores, cuando continúen con sus prácticas en el hospital entrarán en contacto con otras áreas de la asistencia sanitaria, explican.

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Para los residentes, su presencia no dejaba de tener cierto exotismo. «Los que hablaban inglés nos preguntaban de dónde éramos y se sorprendían cuando decíamos de España, luego ya Menorca no la ubicaban y les enseñábamos fotos, de las playas, las fiestas (ríen), y les impactaba mucho, es todo tan distinto, para ellos una temperatura de 5 grados ¡es como verano!, y nosotras estábamos muertas de frío». Ocho grados centígrados fue la máxima que se registró durante su estancia, entre septiembre y octubre. «En Islandia el tiempo cambia cada 5 minutos, no sirve de nada mirar la predicción del tiempo».

Escapadas

El tiempo libre lo dedicaron a conocer todo lo que estaba a su alcance de unos paisajes tan opuestos a los menorquines. En esas escapadas visitaron la ruta del círculo dorado, una de las más turísticas porque permite ver géiseres, cascadas, piscinas de barro o lagos. Conocieron la famosa Blue Lagoon o laguna azul, un balneario geotermal, aguas volcánicas que pueden llegar a los 40 grados centígrados mientras en el exterior hace frío. También viajaron a la costa sur de la isla de hielo y fuego, donde pudieron contemplar un lago glaciar en barco. «Eran excursiones largas, de un día, a lo mejor 14 horas en autobús haciendo paradas en pueblos, playas y cascadas, pero valía la pena, la naturaleza es increíble», recuerdan.

Uno de los momentos más espectaculares fue cuando vieron una aurora boreal mientras paseaban. «Tuvimos mucha suerte, tiene que hacer frío y estar el cielo despejado, depende de las condiciones». De hecho el cielo teñido de verde les impactó más cuando les sorprendió dando un paseo que cuando hicieron una excursión a propósito para ver las auroras. «Fue la primera vez, era de noche, vimos el cielo verde y además se mueve, va cambiando».

Otra característica de Islandia que destacan es la concienciación medioambiental y la limpieza en las calles de Reykjavik y los pueblos que recorrieron. «No vimos ni un chicle en el suelo, ni una bolsa», comentan, «también es muy tranquilo, no oyes ni a un coche pitar, muchos coches son eléctricos y además, si te ven que haces una foto se paran y esperan, con calma», «no se ponen de mal humor», «son muy de hablar en susurros», son algunas de las frases que las tres amigas utilizan para describir el carácter de los islandeses.

El uso generalizado del coche eléctrico y especialmente de los patinetes eléctricos es algo que les llamó la atención.

Una de las ventajas del programa Erasmus+ es que los estudiantes se ven arropados en su llegada al país y en lo relativo a cuestiones como la vivienda. Las menorquinas vivían en el centro de Reykjavik, muy cerca de la conocida iglesia luterana de la capital, Hallgrímskirkja. La ciudad les gustó por las coloridas fachadas de sus casas, normalmente bajas; por los murales que ornamentan edificios y calles; y porque es fácil de recorrer y conocer caminando o con los patinetes eléctricos, que se pueden utilizar mediante pago con el móvil y dejarlos aparcados en cualquier punto de la ciudad, para que otro transeúnte pueda usarlos.

Su estancia en Islandia ha constituido una gran experiencia en todos los sentidos. «Para mí ha sido un aprendizaje personal y laboral, estar con personas mayores nos ha enseñado cosas bonitas y dado valores, hemos disfrutado mucho», resume Sara Reurer. «Además de la experiencia personal y de trabajo, me he dado cuenta de que me puedo desenvolver, hablar inglés, hacerme entender», apunta Sara Caules. Para Duna Pons el viaje le ha mostrado que «con 17 años he sido capaz de vencer el miedo a salir, movernos sin ayuda de nuestros padres y ser responsable, viviendo solas, lejos, y con otra lengua». A las tres les gustaría volver, «es un país que vale la pena conocer».