El colectivo más vulnerable es el de las personas mayores que viven solas. En Balears hay casi 44.000. | Gemma Andreu

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«Una casa puede ser un refugio, pero también una prisión». La frase de la psicóloga general sanitaria Marta Osuna resume el amplio espectro de implicaciones psicológicas que tiene el confinamiento decretado hace tres semanas, desde la soledad hasta la falta de espacio vital. Son extremos a los que están sometidos numerosos menorquines. Tomando como referencia orientativa el último censo oficial de viviendas, de 2011, nos podemos aproximar al fenómeno y ponerle cifras. Se calcula que en Menorca hay más de 8.500 personas que viven solas y alrededor de 600 familias pasan el confinamiento en viviendas de entre 31 y 45 metros cuadrados.

Los efectos que la mezcla entre soledad y aislamiento puede tener en la salud mental de los individuos depende de la realidad personal de cada uno. «Una persona que estaba sola y satisfecha de estar sola es una cosa. Una persona que vivía sola y que se pasaba el día fuera haciendo vida social y trabajando para no escucharse a sí misma lo pasará peor», explica Osuna, quien extrapola las diferencias al resto de la población. «Quien estaba en un momento de impasse lo supera mejor que los que tenían un proyecto, que habían hecho una planificación y tendrán que pasar una fase de duelo».

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Es imposible saber a ciencia cierta en qué situación habitacional se encuentran los menorquines durante este confinamiento, pero el último censo de vivienda permite apuntar que existen 280 familias que solo cuentan con una habitación en su casa, que en 338 viviendas viven cuatro individuos en menos de 75 metros cuadrados. Este grupo es el que goza de menos espacio por persona, con 18,7 metros cuadrados. También hay 643 viviendas habitadas por familias de al menos seis miembros.

Ninguno de esos casos es sinónimo de infelicidad, como tampoco lo es de felicidad el hecho de que haya más de 2.000 viviendas en la Isla con tres, cuatro y hasta cinco habitaciones en las que solo viven dos personas. Y es que a veces el problema no es vivir solo, sino mal acompañado. «Gente que está confinada acompañada y que atravesaban problemas de base. Parejas que ahora conviven 24 horas cuando su relación se aguantaba desde el distanciamiento del trabajo respectivo», destaca Osuna.

Sin duda el colectivo más vulnerable es el de las personas mayores que viven solos. La encuesta continua de los hogares que ha publicado esta semana el INE estima que ese colectivo de mayores de 65 años que viven sin compañía lo forman en el conjunto de Balears 43.600 personas. El estudio no discrimina por islas, aunque una aproximación en función del peso específico de Menorca en la población balear aproximaría esa cifra en la Isla a las 3.500. El problema en su caso no es solamente los efectos psicológicos del confinamiento, sino su condición de población especialmente vulnerable al virus. Por ello tanto desde el Consell, como desde los ayuntamientos se han coordinado dispositivos para ayudarles a comprar comida y medicamentos.