A la derecha, una de las oficinas más jóvenes de CaixaBank en Maó, que integró tres anteriores y a la izquierda, la oficina central de Bankia en la calle de Ses Moreres | Gemma Andreu

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Las fusiones bancarias suelen tener gran recibimiento en la Bolsa, como ha ocurrido en esta ocasión, y sobresalto entre los empleados, más cuando se trata de dos entidades con redes paralelas en muchos territorios, como es el caso de Menorca.

Los sindicatos lo saben, lo analizan y admiten que será inevitable un reajuste de plantillas. CaixaBank tiene 35.600 empleados y Bankia unos 16.000, entre ambos cuentan en Menorca con algo más de un centenar.

Sin embargo, advierten que resulta prematuro plantear hipótesis más concretas por cuanto la negociación oficial acaba de comenzar y deben concretarse antes detalles como el canje de acciones y la participación del Estado. El grupo BFA-Bankia fue rescatado en 2012 con 24.000 millones de dinero público, de los que solo ha devuelto 3.000.

La participación estatal en el accionariado de Bankia puede derivar en un elemento que introduzca distorsiones en la negociación privada. Si permanece como accionista, retendría un 15 por ciento de peso en la entidad resultante de la fusión.

Lo que es seguro es que el acuerdo conllevará un plan estratégico de ajuste de plantilla que llega después de años de importantes reducciones. En los dos últimos años, en CaixaBank se han destruido 2.300 empleos en toda la red nacional. En Menorca hace apenas un mes que Bankia cerró dos oficinas y oficialmente recolocó a los empleados que trabajaban en las mismas.

Lejos de recuperar la estabilidad, el anuncio de fusión ha creado nuevas alarmas, a sabiendas de que se llevará por delante oficinas en las que haya duplicidad. En Alaior, Es Castell, Sant Lluís, Ferreries y Es Mercadal, por ejemplo, hay una de Caixabank y otra de Bankia, heredera de Sa Nostra.

Victoriano Miravete, del sindicato sectorial financiero de UGT, experto en este tipo de operaciones, asegura que solo se aceptarán bajas pactadas, es decir, planes similares al último llevado a cabo por CaixaBank, que aplicó criterios de edad e incentivó las salidas voluntarias. Señala que será un mal menor inevitable ante el cambio imparable del negocio bancario. En todo caso, advierte que la duplicidad es más manifiesta en los servicios centrales de ambas entidades.