El obispo Francesc Conesa y el clero de la Diócesis han participado en la Misa Crismal oficiada en la Catedral de Menorca | Toni Barber

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«No dejemos espacio a la tristeza estéril, ni a los lamentos o la desilusión», afirmó el obispo de Menorca, Francesc Conesa, en la Misa Crismal tras realizar una seria autocrítica en la que reclamó «unión en el interior de nuestra pequeña iglesia diocesana» e instó a los sacerdotes de la isla a «trabajar unidos como presbiterio en actitud de servicio».

La bendición de los santos óleos y la renovación de las promesas sacerdotales motivó la reflexión del prelado: «nos duele ver -manifestó- como nuestro pueblo se va alejando de la fe; la práctica de los sacramentos va descendiendo y no son pocos lo que, de manera silenciosa, van abandonando la Iglesia».

Conesa denunció que «vemos crecer una cultura secularista que desprecia la fe y la considera como un signo de inmadurez, que juega con la sexualidad; que desprecia la vida aprobando leyes que promueven la cultura de la muerte; que va imponiendo -con la complicidad de los medios de comunicación dominantes- una visión del mundo y de la sociedad en la que Dios no tiene cabida y el creyente es arrinconado». En este contexto «nuestro trabajo como ministros de Cristo no es valorado socialmente».

Unidad y actitud de servicio

El obispo reclamó unidad al exponer que «domina una desafección a la Iglesia a la que los mismos cristianos ven, a veces, como un cuerpo extraño y juzgan des fuera sin sentirse parte de ella. Pero la evangelización es inviable si falta unidad; no podremos convencer a los demás de la grandeza de la fe en Jesús si no estamos unidos entre nosotros».

Y también propugnó actitud de servicio: «de modo particular hemos de servir a los más pobres, cada uno de ellos tiene derecho a sentir que la Iglesia es su casa. En estos días de pandemia son muchos los que llaman a nuestras puertas; seamos Iglesia samaritana que escucha a los pequeños y lo que sufren».