Es Pla de Ciutadella está inoperativo desde hace prácticamente un año, salvo un mes el pasado verano. Los once locales de la zona están cerrados | Gemma Andreu

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Pronto habrá quien no recuerde un solo pase de baile, la música a volumen alto, la bebida en la mano, socializar acodados en la barra... sensaciones que se experimentan en los locales de ocio nocturno, bares de copas y discotecas, el sector que más ha sufrido y prolonga su agonía a causa del influjo de la pandemia y la constante incertidumbre.

Ha transcurrido un año ya desde que los hábitos de la gente durante los fines de semana han sido abortados de raíz. En este tiempo los establecimientos que dan vida a la noche menorquina, sobre todo en las zonas más frecuentadas en los puertos de Maó y Ciutadella, también en los centros históricos de ambas ciudades, apenas han recibido una ayuda irrisoria de 1.500 euros en la mayoría de los casos. Su cierre obligado por las circunstancias puede resultar definitivo.

La situación de quienes viven del ocio nocturno es dramática en toda la Isla, pese a que admita algunas diferencias en las dos principales ciudades en función de las licencias y usos dispares de sus establecimientos.

En Maó la mayoría de los locales han podido trabajar en los horarios limitados cuando las restricciones se han flexibilizado en estos 12 meses. En la zona del puerto muchos de los existentes ya tenían licencia de bar-cafetería aunque su uso en la práctica era el de locales nocturnos de copas. Los que tenían la licencia de café-concierto han solicitado el cambio a bar-cafetería para poder trabajar en el horario común de este tipo de establecimientos y se les ha concedido con celeridad.

Ha jugado un papel importante en esta reconversión el Ayuntamiento, que ha exhibido sensibilidad para permitir la apertura en horario de bar, a partir de la petición del cambio pese a que el expediente estuviera en trámite. «No es que hayamos sido flexibles, pero hemos tratado de facilitar las cosas para no agravar más su situación», explica la teniente de alcaldía de Urbanismo, Dolores Antonio. Es el caso de «People’s» en la Vía de Ronda, como indica su responsable, Ibraim Chakae. De discoteca ha pasado a funcionar como bar, con dos terrazas, y abre de 12 del mediodía a 10 de la noche entre semana, y de 12 a 6 de la tarde viernes y sábados. «Lo pasamos mal, pero con esta licencia temporal al menos hacemos algo de caja, aunque no da para cubrir gastos, ni de lejos», señala.

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Maó permitió que los locales considerados discotecas en la práctica, en la zona del Moll de Ponent, pudieran ubicar pequeñas terrazas para compensar la limitación interior de sus aforos. Por eso los empresarios de la rada mahonesa apuntan al Ejecutivo balear y al nacional, al que dirigen su irritación.

«Ahora no vale la pena abrir porque para cerrar a las 5 de la tarde el fin de semana no compensa en absoluto», indica Jon Riveros, de la sala «Ama-gi». Recuerda que «obligan a cerrar a las 5, pero luego la gente no se va a casa, sigue en la calle, practican botellón y nosotros no podemos abrir». Riveros apunta que su facturación ha caído un 89 por ciento, «es insostenible un año sin trabajar y sin ayudas».

En Ciutadella la historia es otra. La zona de Es Pla es un desierto desde la última limitación horaria. Todo está cerrado, aunque ya con anterioridad los locales apenas pudieron trabajar un mes entre julio y agosto al tener licencia de café-concierto o discoteca que no permite disponer de terrazas exteriores.

Solo tres locales pidieron el cambio de actividad, pero ninguno de ellos en el puerto. Los del centro histórico es comprensible que no lo hayan hecho ya que no podrían recuperar después su condición de café-concierto por la normativa vigente. «No es tan sencillo, si pierdes la licencia de café-concierto, recuperarla supone un trámite costoso porque hay que hacer un proyecto, pasas inspecciones... y ya hemos invertido mucho que no nos ha servido», lamenta Rafael Llabrés, de la discoteca «Iguana», en Es Pla. Como consecuencia, «no hemos trabajado nada, es injusto que los restaurantes puedan usar sus terrazas y nosotros estemos cerrados». Llabrés observa que en Es Pla «hay 11 locales y todos están cerrados. ¿Quién entiende que un bar pueda estar abierto y nosotros funcionando igual no podamos?», se pregunta.

Pere Fiol, regidor de Urbanismo, precisa que las terrazas de Es Pla son competencia de Ports, «pero los locales podían pedir el cambio de licencia y no lo han hecho», negando así que el Ayuntamiento de Ciutadella haya sido menos sensible que el de Maó hacia este sector.