Imagen de una reparación en un taller mecánico de Menorca. | Gemma Andreu

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El aumento de precios en el sector de la automoción está haciendo que cada vez más ciudadanos con coches averiados opten por prescindir de ellos al no poder afrontar el coste de las facturas. Aunque todos los talleres (mecánicos, de chapa y pintura, especializados...) se están viendo afectados en mayor o menor medida por esta situación, «los mecánicos son los que peor lo están pasando», subraya Juan Capella, presidente de la Asociación Empresarial de Talleres del Automóvil de Menorca.

Cualquier daño importante en un coche que precisa ser evaluado y reparado en un taller implica un desembolso que puede llegar a 3.000 ó 5.000 euros, según los casos, una cantidad que no todo el mundo puede asumir, más aún, en tiempos de inflación.

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El valor de la energía no hace más que subir y el de las materias primas se ha duplicado, complicando la viabilidad de los negocios. «Si antes pagábamos 1.000 euros de luz, ahora pagamos 1.500, si antes pagábamos 80 euros por un bote de pintura, ahora pagamos 120», detalla Capella.

En estos momentos, el precio medio de la mano de obra en los talleres, recuerda Juan Capella, está alrededor de los 40 euros por hora, «pero de esa cantidad no nos queda apenas nada», lamenta. La inflación y los escasos beneficios de las empresas, advierte Capella, hace aflorar la desmotivación y la necesidad de atender a un sector que se siente «abandonado».

El apunte

La falta de relevo generacional se hace patente en los talleres

El impacto de la tecnología y la caída en la producción de coches preocupan al sector del automóvil a nivel general; pero la falta de relevo generacional en los talleres de mecánica y mantenimiento inquieta aún más a los profesionales de Menorca. «No hay gente joven que trabaje en el sector», apunta Juan Capella, presidente de la Asociación Empresarial de Talleres del Automóvil de Menorca. «Es un trabajo que requiere mucha formación continuada», indica Capella, y agrega que «no se fomentan estos estudios ni se subvencionan». En toda la Isla, aclara, los talleres jóvenes se pueden contar con los dedos de una mano, frente a los que llevan más años, «y es necesario cambiar la sangre y coger moral para que todo vaya mejor».