Usuarios visitan cada día las paradas de venta de pescado, pero no todos acaban comprando. | Katerina Pu

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Una pequeña pizarra colgada en la pared informa a los usuarios que se acercan al Mercat des Peix de Maó que la parada de Peixos Lino ha cerrado tras más de tres décadas de dedicación y agradece a los clientes la confianza depositada durante tantos años. Lino disfruta desde hace un tiempo de su merecida jubilación y su hija, que colaboraba en la parada desde bien joven, no ha podido continuar con el trabajo que inició su padre. Las cuentas no le salen. «Es muy difícil ser autónomo y mucho más en este oficio», explica. Es el segundo puesto de venta de pescado que cierra este año, después de que también lo hiciera La Port Llansa, de la familia Bondia.

Salir al mar a faenar es complicado, una auténtica aventura llena de retos y dudas. Influyen el mal tiempo y las restricciones a la pesca profesional. También la falta de relevo y la subida de precios, que repercute en la comercialización y hace que estar al mando de un puesto de venta de pescado también sea complejo. El margen de beneficio acaba siendo muy ajustado o, en algunos casos, inexistente. «Ahora no es rentable», reconoce la hija de Lino, que intuye que «en 15 años esto se acabará». Algunas voces revelan que sale más a cuenta llevar la barca al desguace que intentar venderla. «No hay relevo, tampoco gente joven o formada que conozca el mar y el pescado», comenta José María Lopera, socio de la parada de Peixos Meti, una de las tres que permanece abierta, junto a Peixateria Sa Llotja y Mejilloneras de Celis.

«Cuando nos jubilemos, será el fin de las paradas del Mercat des Peix», vaticina José María Lopera, que lleva más de tres décadas de entrega en esta profesión. Trabajar en este campo es un arte más, defienden, y hace falta que los profesionales tengan vocación y conocimientos. «Cualquiera puede hacerlo, pero hacerlo bien es otra historia», coinciden. Quienes trabajan en el Mercat des Peix de Maó echan en falta cursos y formación específica para atraer y dotar de saberes al personal para garantizar el futuro del sector. Si son pocos y faenan en un mar de dudas, cada vez habrá menos producto que ofertar a la misma demanda, advierten.

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Unos jóvenes pasean enfrente de las paradas vacías del Mercat des Peix. | Katerina Pu

Fomentar la concienciación

«Si nos dieran un euro por cada vez que entra alguien...», empieza a decir una de las vendedoras. Clientes tienen, sobre todo, fijos. Vecinos de la zona que prefieren comprar pescado fresco de la Isla en el mercado antes que pescado congelado en las grandes superficies. Pero cuesta fidelizar a otros. «Una cosa es que no haya producto y otra que no encuentren lo que buscan», reivindican. También atienden a personas que descubren los puestos de pescado en la zona de tapas, pinchos y vinos, que se han popularizado por los famosos tardeos. Entran, curiosean y no siempre acaban comprando. Por eso piden difundir la historia de las pescaderías y preservar el origen de este emblemático lugar.

Ciutadella, cinco vacantes

Solo una de las seis paradas de venta de pescado en el Mercat des Peix de Ciutadella ha sido adjudicada, por lo que se mantienen cinco vacantes en un contexto marcado por las dificultades que atraviesa el sector de la pesca profesional. Es el resultado del concurso público para conceder licencias de uso privativo en el mercado municipal de la ciudad de Ponent que puso en marcha a finales de abril el Ayuntamiento de Ciutadella.

Hasta ahora solo había tres paradas activas, después de que a finales del año pasado renunciaran el titular de un puesto y el concesionario de otro doble y de que tres puestos no recibieran ofertas, a pesar de la rebaja por parte del Consistorio en los cánones anuales con el ánimo de hacer estos contratos más atractivos.

La única parada de venta de productos cárnicos que quedaba por asignar, ya tiene concesionario.