El Fons Menorquí de Cooperació organizó la charla formativa en Es Mercadal. | Katerina Pu

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«El aumento de la violencia sexual, la cosificación y la denigración de las mujeres se relaciona con el consumo del porno», asegura Sandra Sedano, activista feminista y profesora de la UIB que este sábado ofreció junto con Belén Matesanz, coordinadora autonómica de Metges del Món en Balears, una charla sobre el impacto de la pornografía en los adolescentes de la comunidad autónoma en el centro de convenciones de Es Mercadal, en el marco del 25-N.

Balears presenta la tasa más alta de delitos contra la libertad y la indemnidad sexual, con un aumento progresivo de casos perpetrados por jóvenes y menores de edad, una realidad preocupante que un estudio sobre el consumo e impacto de la pornografía en los menores del Archipiélago relaciona directamente con el acceso a la pornografía a edades cada vez más tempranas, explican Sedano y Matesanz.

Ese estudio, encargo del IBDona, concluye que un 17,5 por ciento de los adolescentes de entre 13 y 18 años de Menorca y el resto de islas reconoce haber tenido las primeras experiencias con la pornografía a los ocho o nueve años. «El porno actual no tiene nada que ver con el de hace 20 años, ahora es accesible, asequible y anónimo», indica Sandra Sedano, que advierte que «la industria pornográfica es potente y ya no se dirige solo a público adulto, sino que rastrea a menores a través de las redes sociales, las páginas web y los juegos en línea para introducirlos en el mundo de la pornografía y la explotación sexual infantil».

Las redes de pedófilos y pederastas que continuamente caen en Balears y el resto del territorio nacional lo demuestra, recalca.

Los riesgos

La «pornificación de la cultura», donde el porno se convierte en modelo de referencia, es uno de los riesgos que identifican los especialistas en esta materia y uno de los factores que lleva a la sociedad hacia el camino de la adicción al porno. «Hay un consumo problemático, el 31 por ciento de los adolescentes encuestados ve porno cinco o más horas semanales, el nivel más alto», subraya Sandra Sedano. Dentro de ese porcentaje, el 51,8 por ciento son niños y el 8,5 por ciento son niñas.

«Ven porno porque tienen una necesidad que no logran cubrir de otra manera, para aprender sobre el sexo y para masturbarse. Esas son las respuestas que nos dan», apunta Sedano, que denuncia la «falta de conciencia social sobre este tema, que se está empezando a considerar como un problema social y de salud pública». Respecto a esto, alerta    que el 76,25 por ciento de los adolescentes (más ellos que ellas) ven pornografía hardcore o cruda que representa conductas lesivas e incluso delictivas.

Los impactos

«Es un problema global que afecta a nivel local», concluye Belén Matesanz. La normalización y erotización de la violencia, la vulneración del consentimiento, el deterioro del placer y la incomodidad con el propio cuerpo son solo algunos de los impactos que tiene el porno en los adolescentes. «Hay un aumento de violaciones múltiples en edades tempranas, un abandono del uso del preservativo que ha llevado a una expansión de las enfermedades de transmisión sexual y consultas de psicología y psiquiatría llenas de jóvenes con disfunción eréctil o problemas por un abuso de la pornografía», avisa Sandra Sedano.

El apunte

Desarrollar las leyes, restringir el acceso y activar la educación afectivo-sexual

Desarrollar la legislación estatal que ya hay, restringir el acceso de menores a la pornografía, darle más importancia a las herramientas de control parental y apostar por un programa de educación afectivo-sexual integral adaptado a cada etapa evolutiva son los ejes fundamentales para revertir la situación actual que defienden Sandra Sedano y Belén Matesanz. «Nos preocupa mucho la erotización de la violencia y la banalización de la pornografía. También el mito de la libre elección, se está confundiendo mucho el concepto de la libertad con aquello que siempre nos ha estado oprimiendo», puntualiza Sedano, que insiste en que «el concepto de la pornografía es el resultado de la conjunción de dos palabras griegas que significan grabar la prostitución, y hay que tener claro que no tiene un fin artístico, científico ni informativo; es puro marketing de la prostitución, y no es ficción, todo lo que pasa es real».