El economista y catedrático de la UIB, Antoni Riera, disecciona la economía de Menorca y propone las soluciones. | Pere Bota

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Antoni Riera Font (Santa Margalida, 1969) es catedrático de Economía Aplicada en la Universitat de les Illes Balears y director técnico de Impulsa Balears, plataforma de conocimiento estratégico e interacción regional para el estímulo de la competitividad global de Balears. Con motivo del décimo aniversario de esta entidad el próximo jueves -19,30 horas, en el hotel Port Mahón presentará la ponencia titulada «Transformando incertidumbre en resiliencia».

¿Cómo afrontar y dar respuesta a la incertidumbre?
— En circunstancias de alta incertidumbre, como las actuales, es preciso entender bien las bases de la competitividad de Menorca para identificar acciones que apuntalen la isla, más allá de la coyuntura. Ahora, más que nunca, se necesita de una estrategia clara, compartida y de largo plazo que proponga hojas de ruta ambiciosas y a la vez coherentes con la realidad económica y social de la isla. Solo así, las empresas y la sociedad, en general, podrá minimizar todos los riesgos: económicos, geopolíticos, humanitarios, sanitarios y climáticos que nos acechan para maximizar las oportunidades que nos brinda este presente tan disruptivo.

¿Y cuál es la hoja de ruta que propone para Menorca?
—Menorca debe avanzar en los objetivos de desarrollo sostenible. Ello implica activar, de forma simultánea, palancas clave como el capital natural, la innovación, la financiación, el conocimiento, la formación, las infraestructuras y capital social e institucional sobre los distintos sectores… para que pymes, patronales, sindicatos, clústeres y ciudadanos apoyen este proceso y sus implicaciones.

¿Cómo cerró Menorca el 2023?
— Menorca terminó el año con un crecimiento real al 3,2 por cien, ligeramente por debajo de la media balear, que fue del 3,9 por cien. Sin embargo, con esta tasa, la economía menorquina ha sido el primer territorio insular en recuperar los niveles de actividad previos a la pandemia. Saldada esta cuestión, Menorca inicia 2024 abriendo una nueva etapa de crecimiento con una senda de avance para la economía, las empresas y la sociedad.

¿Este objetivo es la prioridad?
— Es un objetivo ineludible para acelerar el cumplimiento de la Agenda 2030, afrontar con éxito las transiciones rápidas y disruptivas en las que estamos inmersos, de carácter demográfico-social, energético-ambiental, y tecnológico-digital y, sobre todo, satisfacer todas las aspiraciones y demandas de bienestar y prosperidad de la sociedad menorquina.

Pero, ¿estamos preparados?
— Por supuesto, aunque entiendo su duda, pues este objetivo conlleva una gran complejidad. Por un lado, el gran número de agentes implicados: empresas, administraciones públicas, y agentes intermedios; y la dificultad de satisfacer sus intereses, a menudo enfrentados; y por otro, la dificultad de definir un posicionamiento único para Menorca. Este es el desafío que 2024 trae para Menorca.

¿Cómo será 2024?
— Si las tensiones geopolíticas no lo impiden, será un año de crecimiento que, aunque menor que el de 2023, superará al del conjunto de España y Europa. Por esto, precisamente, deberíamos ocuparnos más de las cuestiones estructurales que de las coyunturales.

¿Qué queda de la ‘vía menorquina del crecimiento’?
—Han cambiado muchas cosas, desde entonces, pero tal vez la más importante es que hoy la realidad desdibuja, cada vez más, las fronteras. No solo las fronteras entre sectores económicos, sino incluso las que hemos levantado entre economía, medio ambiente y sociedad. La singular ‘vía menorquina’ que, entonces, anhelaba el equilibrio entre sectores, debe evolucionar, aprovechando las bases de conocimiento productivo que atesora la isla y, sobre todo, el espíritu que la forjó.

¿Qué propone?
— Vivimos en un mundo hipercomplejo, obligados siempre a reducir esa complejidad para poder manejarnos en él. Sin embargo, hay muchas ‘vías’ de reducirla. Es ahí donde podemos perseguir el equilibrio entre las actividades económicas y la sociedad y el territorio que las sustenta.

¿Sobrevivirán la industria y el campo en Menorca?
— Por supuesto, aunque no lo harán sin transformarse. Es el momento de aprovechar la situación financiera saneada de las empresas, para invertir en áreas como la formación de los trabajadores, impulsar la actividad de I+D e innovación y consolidar la internacionalización.

¿Puede hablarse de un modelo económico de Menorca?
—El término ‘modelo económico’, utilizado en este contexto me gusta poco, pero si se quiere dar a entender que Menorca ha contado con relato compartido de desarrollo socioeconómico que ha sabido adaptarse a lo largo del tiempo y que ha tenido carácter continuista, durante estos últimos 40 años, la respuesta es sí. Y, lo más importante, si con ello se quiere defender que, hoy, es más importante que nunca vincular cualquier opción de desarrollo socio-económico al territorio, mi respuesta es doblemente afirmativa.

¿La estacionalidad es el gran hándicap para Menorca?
— No. Tajantemente. Solo lo sería en una economía que crece vía volumen. Si la economía crece ‘vía valor’, lo importante no son las horas trabajadas, ni los días de apertura, ni el número mensual de trabajadores o de visitantes sino el valor que se genera por hora, día o mes. El hándicap de Menorca es que su capacidad de añadir valor por día, hora o mes no es suficiente para satisfacer los anhelos de bienestar y progreso de la sociedad. El debate debe girar en torno a la capacidad de añadir valor y no en si añadir o repartir volúmenes.

¿Es un buen momento para invertir, ahora, en Menorca?
— La incertidumbre es mala compañera de viaje para la inversión, pero desde las instituciones públicas se debería realizar un mayor esfuerzo en la atracción de inversión productiva, no residencial, y en la profesionalización de los emprendedores, tanto locales como extranjeros.

¿En qué consiste la visión región compartida para 2050?
— Conscientes de que no existe un único futuro, sino múltiples futuros, en Impulsa Balears compartimos una visión-región que apunta a un futuro regenerativo y pone el foco de nuestro progreso en la naturaleza y las personas. Apostamos y proponemos, por tanto, por transitar hacia un sistema turístico circular basado sobre un conjunto de direcciones estratégicas que se vinculan a la gestión integral del agua, la provisión y consumo eficiente de energía limpia y accesible, el cierre de los ciclos de materiales y la cadena de alimentos. También sobre la movilidad de personas y las mercancías, así como las infraestructuras y activos que alberga el territorio-mar.