La Policía registró la casa del amante con el consentimiento de este, en la calle de la Plana | EFE/David Arquimbau

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La Policía sitúa a la mujer en el eje de la conspiración para acabar con la vida de su marido valiéndose del amante al que dirigía para mantener activa la intencionalidad de hacerlo o alejarlo de ella, aunque con escasa determinación, mínimos recursos y sin una estrategia clara. Esa es la prolongación de la enrevesada trama que ha tenido un amplio eco nacional pese a que a medida que transcurre el tiempo pierde fuerza la idea de que realmente los amantes estuvieran firmemente decididos a acabar con la vida del marido, por más que los mensajes cruzados advirtieran ese propósito.

Quizás fuera solo un juego que se le fue de las manos a la mujer, nacida en Brasil hace 40 años, con nacionalidad española, en el centro del triángulo amoroso junto a su esposo, y el hombre considerado su amante, como ha podido constatar la investigación policial. Solo así se explica que fuera ella misma la que denunciara al amante en Comisaría por acoso a finales de agosto, acompañada por su marido, e incluso este aportase la lata en la que el amante había introducido fármacos para envenenarle, en un garaje de la calle J. Anselm Clavé, aunque la mezcla y las dosis no eran suficientes para lograrlo.

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