Aspecto del brazo con la larga mordedura a la altura del codo en la que le han sido colocadas 25 grapas | M.J.

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Eran las 6.25 de la tarde cuando José Marchena, español, de 44 años de edad, salía de la portería del bloque de pisos en el que reside junto a su familia, en Es Migjorn, para dirigirse al restaurante en el que trabaja, en Sant Tomàs. Fue en ese momento, al abrir la puerta del edificio situado en la calle de S’Era cuando un perro, de raza considerada potencialmente peligrosa, se abalanzó sobre él y le mordió en el brazo con virulencia a la altura del codo.

El animal, un pitbull terrier, sorprendió a su dueña, una joven de unos 20 años de edad, que lo llevaba sujeto con la correa, pero no pudo impedir la acción del perro cuando mordió a su vecino al cruzarse ambos en la entrada del edificio. «Me enganchó el brazo de repente y empezó a morder, no había manera de que me soltara», relata José. La dueña del perro le golpeaba con la correa mientras el hombre trataba de quitárselo de encima empujándolo con la rodilla, «pero el perro no se soltaba y casi provoca que pierda mi brazo».

Cuando el animal se detuvo y le liberó «subí a mi casa en seguida, perdía mucha sangre y me apliqué un torniquete mientras avisábamos a la ambulancia». Cuando el vehículo sanitario llegó, el herido, que no dejaba de sangrar, fue trasladado al Hospital Mateu Orfila, donde poco después fue intervenido quirúrgicamente para limpiar las profundas heridas que le había dejado el perro alrededor del brazo, y posteriormente suturarla convenientemente.

El ataque del perro ocurrió el día 14, sábado, y Marchena permaneció ingresado hasta el miércoles siguiente. Sin embrago, apenas un par de días después tuvo que volver a ser ingresado debido a una infección en la herida. Este martes todavía continuaba en planta del centro hospitalario menorquín.

En la intervención a la que fue sometido le aplicaron 25 grapas para suturar los cortes que le hicieron los colmillos del pitbul.

La situación resultó angustiosa para la víctima y también para la dueña del animal, tanto por el hecho en sí como por las consecuencias de la lesión que no se conocerán hasta que su recuperación avance.

Denuncia

Los familiares del hombre afectado interpusieron la denuncia en la Guardia Civil de Es Mercadal y en el Juzgado de Maó. El Instituto Armado se hizo cargo del animal al que trasladó posteriormente a la perrera municipal de Maó donde debe pasar una cuarentena para descartar que padezca cualquier enfermedad.

El juez sobreseyó la denuncia en primera instancia puesto que desde el 2015 el Código Penal ya no estima que una mordedura de animal sea un delito. La responsabilidad del dueño debe dirimirse por la vía civil.

No obstante, el afectado y su familia han contratado a una abogada que ha recurrido al auto de sobreseimiento porque considera que sí se trata de un delito de lesiones por imprudencia temeraria. Se basa la letrada en el atestado de la Guardia Civil donde se recoge que el perro no llevaba bozal, carecía de seguro, y no estaba en el registro de perros potencialmente peligrosos.

La vía civil dirimirá la cuantía de la responsabilidad a la que tendrá que hacer frente la propietaria del animal, según el tiempo de baja y las posibles secuelas de la víctima.

José Marchena señala que tanto la joven que llevaba al perro cuando le atacó, como su madre se han interesado repetidas veces por su estado, al tiempo que lamentan lo sucedido.