De los 135 que participaban el año pasado, este verano se ha reducido a unos 40. A diferencia de otros verano, solo hay una línea de comerciantes en cada una de las calles | Josep Bagur Gomila

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Son sin duda los mercadillos uno de los principales atractivos turísticos del verano menorquín, y entre todos ellos hay uno que, por volumen de expositores y visitantes, goza de una especial popularidad. Se trata del que cada jueves de estío se celebra en Es Mercadal, una cita suspendida este año por un decreto de alcaldía con motivo de la crisis del coronavirus.

Se cancela un mercado, pero para sustituirlo ha nacido otro, de menores dimensiones y adaptados a los nuevos protocolos de seguridad. Propuesta que arrancó el pasado jueves limitando la participación a los puestos agroalimentarios (cerca de una veintena) a los que hay que sumar otros 23 comercios de las céntricas calles en las que se celebra y a los que se permite montar sus estands.

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La cita arrancó con normalidad, dispensando gel hidroalcohólico para todos y respetando la distancia de seguridad entre los comerciantes de una forma holgada, por encima de lo que marcan las normativas. No obstante, desde el Ayuntamiento, la regidora de Mercados, Regina Sintes, no acaba de respirar tranquila. Por un lado aspira a que la asistencia de gente sea suficiente para que resulte rentable a los participantes, pero por otro le preocupa que en el futuro puedan producirse aglomeraciones.

Para compensar el perjuicio que este año se provoca al sector artesanal, excluido de la cita, el Ayuntamiento trabaja con la idea de organizar a lo largo del verano tres ferias de un día en julio, agosto y septiembre.