Los gustos a la hora de elegir un 'souvenir' van también por edades y presupuesto. | Gemma Andreu

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Los recuerdos más personales de nuestras vacaciones o de las estancias de los visitantes en Menorca son algo intangible. Como aquel delicado olor de romero percibido en un paseo por Fornells, la sobrecogedora puesta de sol en Son Bou en buena compañía o un sorprendente bot de un precioso caballo menorquín en Ciutadella, además de los miles de vídeos y fotos que hacemos.

Pero un objeto, un recuerdo material, es el que se puede regalar para expresar que nos acordamos de alguien y también, por qué no, autorregalarnos para tener en casa y recordar un buen lunes de enero por la mañana, lo felices que éramos de vacaciones.

La familia Vergara, todo un clásico

Los 50 años de la familia Vergara en el negocio de objetos de recuerdo para turistas en Maó, les dan una buena perspectiva histórica y mucha experiencia sobre qué busca cada cliente.

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Antes se vendían mucho las gitanillas -muñecas vestidas de bailaoras de flamenco-, los toros y también como recuerda Juan Vergara Quesada «unos tiestos de cerámica con decoración de un tomate pintado». También cuenta anécdotas de «cuando llovía, como no teníamos expositores como ahora, lo teníamos todo en cajas de almacén y con la lluvia, íbamos corriendo a meterlo porque el cartón se estropeaba».

La actual oferta de Recuerdos Vergara es casi infinita. Por un lado, objetos prácticos en un destino playero como camisetas, toallas, pareos, gafas de sol, sombreros, pelotas, abanicos o cantimploras, la mayoría con motivos gráficos alusivos a la Isla como el mapa de Menorca, abarcas, barreras, caballos del Jaleo, taulas, lagartijas de cualquier color imaginable -por la subespecie endémica de color negro que habita en la isla del Aire y por ser un reptil habitual en Menorca-, queso, langostas o ensaimadas, pero también guías de la Isla y el Camí de Cavalls, mochilas, capazos y totebags con la palabra idò.

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Marta Escribano, dependienta de la tienda desde el 2000, dice que el inglés es imprescindible para atender a la mayoría de turistas «porque si no entiendes lo que piden, no les puedes ayudar». Los ingleses, sus mejores clientes, son «muy educados y muy pacientes. Pueden esperar una larga cola para pagar una postal mientras que los españoles, se acercan al mostrador y te dicen ‘te dejo aquí el dinero’».

Lo último: bolsas con 'biomasa de cáñamo´'

Lo que más se vende son imanes de dos euros con el nombre de Menorca para la nevera, es un recuerdo muy socorrido, cuesta poco y también ocupa poco. La novedad de este año son bolsitas de hierba o biomasa de cáñamo con menos del 0,20 por ciento de THC (tetrahidrocannabinol, el componente psicoactivo del cannabis), aunque José Vergara dice que «aquí hay poca venta. Dicen que en las playas se está vendiendo mucho» concluye.

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El apunte

Explicar a los jóvenes dónde poner el sello y dónde escribir la dirección en una postal

Entre los objetos que venden las tiendas de recuerdos o suvenires (adaptación aceptada por la Real academia española, del francés souvenir, recuerdo), las postales son un clásico que se sigue vendiendo. Por solo 50 céntimos es apto para presupuestos ajustados como el de muchos jóvenes, no obstante, antes de comprarla, preguntan cómo se usa, Como explica José Vergara, propietario del negocio que abrió su padre hace 50 años en la Esplanada de Maó, «tenemos que dar clases de dónde se pone el sello, cómo se pega y dónde va la dirección... Es que no saben, ¡No han visto nunca una postal!». Atentos, aprenden y la compran.