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A medida que transcurría la sesión matinal de baloncesto uno tuvo la sensación ayer de adentrarse en el túnel del tiempo y revivir aquella temperatura ambiental extraordinaria que fabricaba el vetusto polideportivo municipal de Maó en tiempos pretéritos de play off para regalar sensaciones extraordinarias a quienes poblaban sus incómodas gradas de cemento. ¡Qué recuerdos adrenalíticos dejaron aquellas series inolvidables ante el Badajoz de Martín Fariñas, el Granada de Gómez Nieto o el León de Ángel Jareño, entre otras!

El nuevo Pavelló Menorca supera en aforo y mejora en acústica a la antigua instalación. O sea, lo tiene todo para emular a su hermano pequeño en el iniciado play off y su segura prolongación.

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Bajo el manto protector de los menorquines no es extraño que Paco Olmos ose afirmar que la afición de aquí es la única de la Liga que sí gana partidos. Que se lo pregunten al indignado Rubén Domínguez, técnico del Breogán, porque más allá de su discutible proclama antiarbitral o la que imitó su presidente apelando al peso del Menorca en la Federación, es sencillo concluir que difícilmente al Breogán le habrían señalado esa última falta jugando como local y ya con el crono a cero.

Esa resolución del encuentro deja al ViveMenorca a un paso de las semifinales. Pero antes se va a someter a un test que puede ser definitivo el miércoles y quizás el vienes en Lugo. Si gana uno de los dos partidos en territorio hostil, el futuro sí que será suyo porque demostrará el carácter que no ha enseñado hasta ahora. Y en Menorca las garantías son máximas.