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Con este título aprobó el Consejo de Ministros del pasado 24 de Junio el documento que intenta recoger todos los complejos problemas que afectan a nuestra seguridad. El modelo, que aporta un enfoque integrado, ve la luz por primera vez en España, tras las experiencias de otros países como los EE.UU y varios europeos. Esta integración, o responsabilidad de todos, venía siendo reclamada desde hace años por las Fuerzas Armadas. Introduce conceptos modernos como la responsabilidad de proteger y la cooperación al desarrollo, especialmente referida a la seguridad, como es el caso de las ayudas a los países africanos de donde proceden las corrientes de emigración ilegal.

No obstante, el documento es reiterativo, denso, utiliza frases tópicas y superficiales. Da la impresión que ante los informes del CNI y de la Presidencia –no podía faltar una cita a la Alianza de Civilizaciones– se optó por el «cortar y pegar». Se entiende que las Fuerzas Armadas no han intervenido en su redacción. Seguramente un joven comandante de Estado Mayor hubiera dicho lo mismo en veinte hojas y no en las noventa del documento. Hasta cuatro veces cita que el mismo se revisará cada cinco años. Con una bastaba. Demasiado correcto políticamente. A Marruecos le llama «nuestra vecindad de sur», a Europa nuestra identidad e influencia, a Rusia nuestro socio europeo estratégico y a Iberoamérica, nuestro destino común.

Toca el tema de la defensa de nuestros derechos individuales –protección de la vida, libertad democrática, bienestar social– cuando hubiera sido suficiente apelar a nuestros derechos constitucionales. Igual sucede cuando reitera los colectivos como la soberanía nacional, la independencia, la integridad territorial, el ordenamiento institucional o la seguridad económica.

Con el horizonte puesto en una década, analiza riesgos y amenazas y unos «potenciadores» de ambos en los que se detiene. Describe las disfunciones de la globalización, los desequilibrios demográficos (7.600 millones de habitantes en 2020 sobre los 6.900 actuales), la pobreza y desigualdad, el cambio climático, el peligro tecnológico y las ideologías radicales. En otro punto analiza nuestras vulnerabilidades energéticas cuando nos recuerda nuestra dependencia en un 74% de fuentes del exterior.

Propone respuestas dentro de un modelo institucional integrado, buscando formas participativas no circunscritas solamente a la defensa militar.

Cuando entra en la posibilidad de conflictos armados –esto si afecta a la Fueras Armadas– los divide dentro de un marco de «interdependencia responsable» entre los que compartimos con nuestros socios y aliados (Afganistán, Líbano), los multilaterales que afectan a intereses directos de España (Índico) y a los derivados de nuestros compromisos internacionales como pueden ser los relacionados con NN.UU. Deja en el aire el caso de que asumamos –aquí no comparte nadie nada con nosotros– amenazas y riesgos propios en los que el documento prefiere no profundizar.

Avanza un mensaje a las Fuerzas Armadas anticipando que «ante la previsible limitación de recursos públicos en los próximos años, deberán ser polivalentes, desplegables, flexibles e interoperables, tecnológicamente avanzadas y logísticamente eficientes». Gracias por recordárnoslo.

Como órgano de gestión se crea una nueva Unidad de Respuesta Integrada Exterior (URIE) con componentes diplomáticos, militares, policiales y de cooperación al desarrollo. Los militares ya intuimos quien la mandará y quienes serán los obreros. Esta Unidad dependerá del nuevo Consejo Español de Seguridad, integrador de Ministros y Altos Cargos de la Administración que a la vez serán impulsados por un Foro Social como órgano consultivo.

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Dispondrá de una unidad de apoyo, en el seno de la Presidencia del Gobierno –aquí se nota la mano del jefe del gabinete del Presidente– que integrará al actual DISSC –Departamento de Infraestructuras y Seguimiento se Situaciones de Crisis– más conocido como el «bunker de Moncloa».

El documento lleva un mensaje también al Consejo de Ministros al apelar a la mejora necesaria de la coordinación interministerial a fin de evitar , «compartimentaciones, duplicidades y solapamientos».

Aunque era necesario y tiene el valor de inventariar lo existente, crea nuevas estructuras en mal momento. En plena crisis política , económica y social el documento no aporta el menor aliento integrador, aunque tenga razón en los análisis y respuestas. No puede reverdecer una cultura de seguridad cuando desde hace años se vienen destruyendo valores ciudadanos y patrióticos; cuando se permite que se insulten a Instituciones o se ninguneen los símbolos de todos. Cuando públicamente se solicite la salida de un trozo entrañable de España del Ejército de la Guardia Civil y de la Policía. Cuando en cada fleco parlamentario que exija la compra de unos votos , se ceda al chantaje nacionalista que poco a poco va mermando y debilitando al Estado.

¿De qué enemigos debemos hablar entonces?

¿O hay que recurrir al Laureado que pedía «disparad contra nosotros, que el enemigo esta dentro»?

El escaso eco que han dado los medios al documento es muestra clara de dónde estamos.

Es su más clara valoración.

Artículo publicado en "La Razón" el 13/07/2011