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ESPAÑA estrenó el viernes otra representación teatral, perdón electoral. Sin haber visto la última versión, la obra, a pesar de la importancia del argumento, no levantará pasiones. El PP de Mariano Rajoy: sin compromisos excesivos que no necesita; sin ruedas de prensa que le incomoden y como acción preventiva de meteduras de pata; con la crisis, y las encuestas, a favor; y con la enorme responsabilidad del día después. El PSOE de Rubalcaba; sin aliento y con pocas balas para la "pelea"; sin renovación, salvo donde se asume la derrota por anticipado; con las crisis, y las encuestas, en contra; y con la sensación de que en la oposición se estará más cómodo que corriendo los cien metros cada día. Para los periodistas, la campaña es una paliza pesada. Además, es incomprensible como los informativos de las televisiones, al menos las públicas, emiten las piezas editadas por los propios partidos. Si el debate de mañana es una muestra más del paripé, apaga (el televisor) y nos vamos (al teatro). De todas formas, ya estamos acostumbrados a la declaración diaria de rigor para poner a caldo a alguien del equipo contrario. Es la democracia caliente, la 'termocracia'.

Primera escena. Una de las cuestiones que centra los primeros días de campaña se refiere a las inversiones públicas. El PP dice -y hace donde manda- que va por la reducción de gastos, la anulación de las subvenciones, apretando el cinturón de los escuálidos ciudadanos. El PSOE, ya se pone en la oposición y critica los recortes y, además defiende el gasto público como motor de la economía, mientras dice que "la derecha" se va a cargar el estado del bienestar. Las heridas duelen, cuando se provocan, pero especialmente cuando se curan (Artur Mas).

La campaña ofrece la oportunidad de poner la oreja para escuchar opciones que forman parte del cartel, en papeles secundarios y a veces con un texto interesante.

BALEARS vive su propio drama. Ya lo ha declamado el President: el presupuesto de la Comunidad Autónoma va a ser el más duro de la historia. Basta decir que los bancos se van a llevar (es decir, cobrar) más de 700 millones, en cambio las inversiones van a superar por poco los 400. El presupuesto crece para pagar deudas, no para animar la economía. ¿Va a ser más duro de lo que se ha visto en estos meses?. El Govern ha asustado a los ciudadanos y especialmente a los profesores, a los médicos, a los presidentes de entidades sociales y culturales, a los que organizan festivales de música. No hay dinero público ni lo habrá. El vicepresidente de Economía, Josep Ignasi Aguiló, ha declarado que "Balears iba por el camino de Grecia". Hoy no hay ejemplo más ilustrativo.

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¿Está José Ramón Bauzá representando un papel?. ¿Tiene una estrategia?. Aunque nos hemos acostumbrado a que incluso los números son interpretables, la nefasta situación de las arcas públicas en Balears es más que evidente. Yo creo que Bauzá nos ha dicho la verdad, que es lo que siempre pedimos a los políticos. Y eso no ha gustado. Además de la oposición, hay empresarios que critican la reiteración del mensaje pesimista del Govern, porque Balears vive de su imagen y si nos comparan desde la propia administración con Grecia no será para presumir y además nos puede afectar a las ventas. El golpe de realidad ya nos lo han dado y seguramente es suficiente para que los ciudadanos hayamos comprendido el tópico: "Después de esta crisis nada será como antes". Tampoco se trata de crear falsas esperanzas. Lo hizo Obama y lo está pagando. Y eso que en su país se entiende que el fracaso es el paso previo al éxito. Aquí se ha cultivado demasiado el síndrome de la derrota, de los mensajes en exceso pesimistas, del que estamos a la cola de ¿casi todo?. No se trata de edulcorar la realidad, sino de confiar en la capacidad de la propia sociedad, porque las encuestas también demuestran que la confianza de los ciudadanos no está depositada en los políticos. Creo que el tono de Bauzá en su papel se ajusta al argumento de la obra. El que recorta en el primer acto, seguirá siendo el protagonista de la reconstrucción posterior. Ahora subastará la mitad de los coches oficiales, pero algún día inaugurará el Palacio de Congresos en Palma o el Parc Bit de Alaior.

MENORCA y su Consell están todavía encajando el golpe de los recortes y los problemas económicos de todas las instituciones. La 'termocracia' se representa en todos los teatros, con el mismo tono y a veces los mismos argumentos, que distribuyen los 'productores' de cada compañía. El enfrentamiento político forma parte del guión. En el Consell, el equipo de gobierno del PP y la oposición del PSOE andan a la greña por la cuestión económica. Tadeo imputa a Pons haber dejado las arcas vacías y Pons expele a Tadeo a reclamar el dinero a Palma.

El consultor Leo Abadía ponía ayer en titulares del suplemento "Empleo y formación" una idea fundamental: "Menorca es una empresa que necesita un plan estratégico" y añadía, que implique a toda la sociedad. El momento que vivimos no lo va a remontar ni Santiago Tadeo ni Jaime Mascaró, por citar dos nombres destacados. La Isla debería ser como Silicon Valley: una diversidad de instituciones, asociaciones, empresas, que incluso compiten entre ellas pero que se benefician del trabajo en conjunto de la visión compartida. Ese planteamiento no se improvisa, ni es una filosofía, sino que necesita un proyecto y una gestión eficaz. El Consell debería ser el líder, por eso preocupa que su presidente no impulse con más energía una de sus principales promesas electorales, el gran pacto por el turismo, que podría ser el germen de esa visión.

GRECIA no era tan famosa desde los tiempos del gran demócrata Pericles, hace 2.500 años. Si levantara la cabeza no entendería cómo en la cuna de la democracia no se deja opinar a los ciudadanos sobre las medidas económicas que les impone Europa a cambio del rescate multimillonario. El abortado referéndum era un peligro. En este caso, la democracia es la del 'ciudada No'. Entiendo que Grecia, como toda Europa, está enferma y en lugar de preguntarle a los familiares (los griegos) son los médicos (los bancos, los economistas y los políticos, por este orden) los que deben decidir qué hacer. El riesgo de un referéndum es que los ciudadanos podrían decidir retirar la respiración asistida del enfermo o cambiar de hospital. Parece cierto que Grecia engañó a la Unión cuando ingresó en el euro, con datos falseados sobre el estado de su economía. Pero ahora la factura es muy cara. Entre otras medidas se pretende reducir 150.000 empleos públicos, bajar el 20 por ciento el salario al resto de funcionarios, imponer un nuevo impuesto a las rentas salariales. Aunque la pregunta del referéndum no se referiría a estas medidas, ¿quién estaría dispuesto a decir sí?. La palabra de moda es confianza. Si no se deja votar a los ciudadanos habrá que confiar en Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy. La otra alternativa es peregrinar a Delfos y escuchar su oráculo.