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En cierto modo el baloncesto mahonés ha coincidido esta semana en el regreso a su pasado a partir de dos hechos puntuales pero trascendentes.

Por un lado el equipo de gobierno municipal que lidera Águeda Reynés ha otorgado al nuevo Pavelló Sínia Costabella, sede del CD Alcázar, el nombre original de su fundador, el Padre Petrus, en el mismo acto institucional en el que el recordado 'pater' fue reconocido como hijo ilustre de Maó. Si tras la esperada construcción del nuevo feudo alcazareño la elección de su nombre fue absolutamente sorprendente para la mayoría al no concederle el del fundador como tenía el recinto anterior, no lo ha sido tanto el cambio que ajusticia la trascendencia del desaparecido capellán no sólo en el CD Alcázar sino en la joven sociedad mahonesa cuando dejaba atrás la dura postguerra. Podría decirse, en este caso, que se ha restañado una decisión harto cuestionable hasta devolver la situación a su origen.

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El otro hecho que atañe al baloncesto insular descansa en la reorganización del CB La Salle Mahón, el otro club histórico de la ciudad que le ha hecho un guiño a las épocas pretéritas en las que forjó su crecimiento tras el desmoronamiento de la Sociedad Anónima Deportiva, Menorca Bàsquet, en la que se había integrado en la última década.

La Salle, a partir del entusiamo de los Obrador, Sola, López o Migue Fernández, arranca una nueva etapa, renace sin haber muerto como bien apuntó su secretaria, con un perfil humilde pero no por ello menos ambicioso.

El tiempo dirá si el club mahonés regresa al profesionalismo como deslizan antiguos directivos con un nuevo proyecto para competir en LEB. En todo caso, lejos de proyectos oníricos en los tiempos que corren, el planteamiento de la junta para rearmar el club colegial con el auxilio de sus socios, es el camino adecuado.