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Hay otra forma de divertirse menos agresiva, más natural, y, seguramente, tanto o más satisfactoria que la que, en demasiadas ocasiones, viene determinada por el consumo indiscriminado de alcohol en cada fiesta patronal de este territorio llamado Menorca.

El sábado Sant Climent vivió la fiesta perfecta. Diversión a raudales, ambiente generoso para todas las edades, coexistencia pacífica entre ellas, música veraniega, provocadora incluso para los menos avezados en el movimiento de pies... y ejercicios de interrelación que siempre vienen bien para diversificar amistades y expandir el radio de acción dentro de una atmósfera sana y amena.

No vi a chavales y chavalas tirados por el suelo con la botella de pomada, ni camisetas rotas y malolientes, vómitos en cada esquina, peleas por los efectos del alcohol o desmadres exagerados como sí se observa, lamentablemente, en el paisaje urbano habitual de las fiestas de cada pueblo.

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Por eso la Party Love de Sant Climent, en su segunda edición, derivó en una celebración meritoria que debe enorgullecer a sus organizadores (ese Chicha Tudurí es un animal de la animación y se está convirtiendo en un showman acreditado más allá de la música de los ochenta que encadena con maestría inusitada).

No debería caer en saco roto de las autoridades municipales la respuesta y el éxito de este tipo de celebraciones porque no solo tienen un componente magnífico de diversión sino que edulcoran los hábitos más perversos de las 'otras' fiestas.

Y no se trata de caer en el falso puritanismo, o renegar de la bebida. No es eso. Está bien coger incluso 'el puntito' como decíamos en tiempos pretéritos. Eso basta para pasar una noche agradable y divertida como en la Party Love de Sant Climent.