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Los madridistas esperamos con ánsia a que llegue el sábado 24. Hasta nos hemos pedido libre en el trabajo. Porque ese día toca ganar la Décima en Lisboa. Con permiso de colchoneros como los hermanos Orfila, que sueñan con celebrar su primera Champions. Nunca antes dos equipos de la misma ciudad se habían disputado la Orejona y, con lo necesitados que andan también los culés de desgracias ajenas, es fácil imaginarse las calles de toda España vacías durante horas.

Y con el pitido final, de Madrid al cielo. A la Cibeles, a Neptuno, o a ses fonts des Born, donde corresponda celebrarlo. Y, luego, a la playa. Como hicieron ya ayer la mayoría de los que me leen, sanamente convencidos de que dedicar el Primero de Mayo a participar en anacrónicas manifestaciones sindicales es una soberana pérdida de tiempo (libre).

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Como pocos han reparado todavía que, apenas horas después de la histórica final de la Copa de Europa, nos esperan las Europeas. Las elecciones. Y no veo yo que eso interese. Estos días todos me hablan de Cristiano, Mou, Guardiola o el Cholo. Pero para nada de Cañete. Ni de Elena Valenciano que, por si no lo sabían, es la candidata que presenta el PSOE al Parlamento Europeo. Si acaso, a la hora del café sale a relucir el nombre de la Soraya (la del PP, la de toda la vida), pero no por lo que proponga, sino porque esta semana se le coló una expresión algo abrupta en su vocabulario cuando trató de dejar claro a la otra Soraya (la del PSOE) que en su «puta vida» no ha cobrado un sobre en negro del partido. Vamos, ni yo. Ni creo tampoco que el juez Elpidio Silva, el otro que está dando el cante para que nos acordemos de que hay elecciones.

Pero ya puede Bauzá plantear un recorte de diputados en el Parlament que mientras haya tanto Moragas a sueldo público y los eurodiputados se sigan negando a viajar a Bruselas en clase turista, yo seguiré con mi voto en blanco inmaculado. Como blanca y radiante espero que sea la noche del 24. Y relajante la jornada del domingo 25. Que, ahí sí, quiero que gane el mejor.