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Ramón Finestres ha sido uno de los jugadores más relevantes del fútbol insular, integrante de la Unión Deportiva Mahón en una de sus varias épocas gloriosas, los inicios de la década de los sesenta. Su presencia el sábado en la tercera gala de la Associació Histórica del Futbol Menorquí le dio un mayor sentido, si cabe, a esta exquisita iniciativa ideada por Paco Perea hace ya cuatro años y trasladada a la realidad por su grupo de colaboradores.

Los destellos de emoción que desprendió su rostro cuando acudió a recoger el diploma con una dignidad contagiosa, junto a su compañero Tolo Roselló, fueron el punto culminante en la densa entrega de distinciones para los mejores equipos de la Isla entre 1962 y 1964, más aquél efímero Ofitec Menorca, de fútbol sala federado.

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Hace esta Associació una labor impagable para los veteranos del fútbol insular, aquellos que vivieron las mejores épocas del balompié menorquín, desde cualquiera de sus estamentos. Y es que no solo los futbolistas hicieron grande este deporte, también los dirigentes, de manera altruista o no tanto por sus contribuciones generosas para mantener aquellas plantillas, masajistas, delegados, árbitros y entrenadores. Todos tienen su cuota de protagonismo en las galas anuales.

En el discurso inicial de Mario Delgado y en el final del propio Perea quedaron patentes los principios fundacionales de esta entidad que quiere rescatar el pasado para que forme parte del presente y siga vivo en el futuro. Tener que apelar a la colaboración de clubes, aficionados e instituciones no debería ser necesario puesto que todos los que amamos el fútbol estamos obligados a brindarla cuando nos la pidan.