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Paco Tutzó trazaba hace unos días su perfil político con incursiones en su extraordinario lado humano. Suscribo todo lo que describe, desde mi conocimiento de la persona a la que conocí en la Barcelona del 2000-2001, aunque siempre con un tema y una referencia central: Menorca. Porque Joaquin nos quería, con nuestros pecados y virtudes.

La Fundación Isla del Rey tendrá siempre con él una deuda. Deuda más valiosa porque vino cuando nadie daba un duro por nosotros. La Torre central se venía materialmente abajo, cuando un voluntario –Toni Gomila- un magnífico artesano del marés, arriesgó a decirnos: "si me proporcionáis un buen andamio, me comprometo sin prisa a recuperar "piedra a piedra, la torre".

Las heridas se pueden ver aun en fotos del momento. El gran enemigo el viento llebeig que incrusta gotas de salitre en el marés y lo funde, lo deshace. ¿De dónde sacar un andamio apropiado?. Buscando amigos acudimos a la Fundación Sagrada Familia de Barcelona más que experta en andamiajes. "Tienes a Joaquin en Menorca", contestaron.

Se resistió poco. Al poco tiempo llegaba el andamio –aun hoy en servicio- junto a tres especialistas montadores que "encorsetaron" la torre.

Tras dos años de trabajos el resultado puede verse hoy.

Cuando nos sorprende su muerte, debemos al amigo el reconocimiento que merece. Una placa perpetuará su recuerdo entre nosotros en el mismo pie de la Torre que nos ayudó a salvar. Y siempre tendrá nuestro agradecimiento, el hombre que nos comprendió y que -sin condiciones- nos ayudó a recuperar parte importante de nuestra historia.