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Una alocada promesa juvenil puede marcar toda una vida. Johnnny Tyler, joven y rebelde protagonista de Summertime Blues, promete a Jane, la chica de sus sueños, que le regalará una guitarra como prueba de su amor. El problema es que el instrumento comprometido pertenece a Eddie Cochran, una de las primeras estrellas del entonces emergente rock and roll.

El hecho de que Cochran esté de gira por Gran Bretaña no evitará que Johnny, acompañado de su inseparable amigo el Largo, deje por primera vez las calles de Spritsail, un pueblucho perdido de Alabama, para perseguir la codiciada Gretsch eléctrica del músico al que adora Jane.

La historia nos recuerda que una noche del mes de abril de 1960, tras un concierto en Bristol, Eddie Cochran, tomó un taxi para dirigirse al aeropuerto y volver lo antes posible a Estados Unidos. El vehículo nunca llegó a su destino, pues se estrelló contra una farola traicionera en las inmediaciones de Chippenham.

La trágica muerte a los 21 años del que fuera popular y admirado rockero está en las enciclopedias. El viaje que hicieron al lugar del accidente Johnny y el Largo, acompañados por el futuro Beatle George Harrison y dos músicos de la banda del malogrado músico es una inolvidable y magnífica historia de ficción.

Y así, siguiendo los avatares de la guitarra, Diego Prado (Maó 1970) relata las vidas de un puñado de personajes jóvenes que persiguen unos sueños quiméricos. La novela cuenta además con una notable banda sonora de la época y buena parte de ella está ambientada en un pueblo que nos recuerda la Anarere de La última película, de Peter Bogdanovich. Incluso el dueño del bar que sirve de confesionario a los protagonistas se llama Sam en los dos casos. En ambos, también se respira el inquietante y trágico trasfondo de las guerras de Corea y Vietnam

Los personajes son esplendidos, se mueven por el amor y la amistad tratando así de hallar un sentido a la pena oculta que cada uno de ellos lleva en su corazón. Todas las historias encerradas en Summertime Blues están muy bien contadas y además el autor mahonés salpica el relato con conseguidas y juguetonas imágenes como la de "una barra de bar larga como la sed de los borrachos" o "un sargento cincuentón que parecía haber engullido un elefante para desayunar". Estos simpáticos juegos literarios están perfectamente dosificados para no romper el ritmo de la lectura.

Después de haber escrito libros muy interesantes como En algún lugar te espero y Hospital Clínico, entre otros, Prado demuestra con Summertime Blues de lo que es capaz. Ha escrito una vibrante novela que puede perfectamente leerse en Menorca y en sus antípodas, Nueva Zelanda, y que de caer en manos de un buen director podría ser una gran película. Esperemos que no la última.

Summertime Blues

Diego Prado

Editorial Algaida

266 páginas