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Era la hora del Angelus, cuando sonó el teléfono, una mala noticia me esperaba al otro lado del hilo telefónico, el portador era mi buen amigo Lorenzo Sintes Barber, de Calzados Alayor. Al decirme «tengo algo que decirte», el corazón me dio un vuelco, no quería escucharlo y por el contrario debía saberlo, después de tantos meses, semanas y días preguntando por el amigo en común, Jaime Vidal.

Así fue como me enteré de su partida; la preciosa voz de barítono de Lorenzo la escuché apagada, triste y melancólica, hacía tanto que temía que se mudara de casa. Al fin le había llegado el momento de subirse en la barquichuela sense calafatar, trabajo que no es menester por parte de ningún mestre d'aixa, para navegar hasta la otra orilla, donde Jaime encontrará la paz eterna. Y tal como me decía Ana María, la que fue su amor de juventud, la esposa y compañera de toda una vida, Jaime les ha dado una lección maravillosa de aceptación, cuando muchos se hubiesen rebelado por el cruel destino de tan temida enfermedad. Por el contrario, sus mejores momentos, que eran escasos, siempre se mostró preocupado por la familia, esposa, hijas, nietos y es que Jaime siempre fue un hombre excepcional, siempre supo estar en su sitio, un hombre de negocios, que junto a los suyos vivió los mejores momentos que, en realidad, es el mas preciado legado que ha dejado a su familia.

Recordé en un santiamén al amigo de toda una vida, el que vivía en la calle de San Juan, a mano izquierda entrando por la de Bellavista. Recuerdo que me transportó a la lechería que tenia su madre, na Quica, mujer encantadora, su hermana na Paquita y a su hermano Paco, y se fueron agolpando instantes de su infancia que sentados en el Dineret me había explicado; de cuando abrieron la calle del Carmen para construir las casas de los pescadores, de las guerras de còdols a dos bandos: los de San Juan, el Carmen y la Plana contra los des Camí d'es Castell junto a los des Molí d'en Guela que viene a ser lo mismo que decir Santa Eulalia. Y otros tantos momentos que debería escribir para el día de mañana. Jamás se me olvidará uno de los últimos aperitivos sabatinos en el Dineret.

Lorenzo Sintes aún con su cargo de presidente, los tertulianos de costumbre y Jaime que, una vez más, me repetía que cuando se restableciera, al regresar de Palma, me tenía preparada una sorpresa en la cochera; yo me hacía la despistada como si ignorara no haberme enterado de que se trataba que me iba a obsequiar con los últimos despojos de la motora de la Mola y otras cosas más. Pero esto ya carece de importancia, lo que todos deseábamos era su regreso totalmente restablecido.

Descansa en paz, amigo Jaime, desde lo alto de la balconada celestial continuarás la trayectoria de tu familia, la que siempre has sabido mantener tan unida junto a tu Ana Mª.