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Señora Herráiz; no tengo el placer de conocerla personalmente pero esta es la segunda carta que escribo en respuesta a alguna de sus opiniones. Discúlpeme, no es nada personal. Recuerdo que la primera vez contesté a unos datos que comunicó a la prensa en los que decía que los médicos de Menorca solo visitamos 5 pacientes al día, obviamente, algo inexacto.

En esta ocasión escribo porque me gustaría analizar algunas de sus opiniones sobre las rotondas.

Leo en su escrito que le sorprende que los que ahora tanto protestamos no dijéramos nada en otras ocasiones, por ejemplo cuando se construyeron las rotondas de la carretera de Sant Lluís a Maó o la variante de Ferreríes. Tiene usted razón, a mí hay cosas que tampoco me gustan de aquello, pero creo que la respuesta a su pregunta es fácil, la sociedad ha cambiado. Si hay que extraer alguna lección positiva de estos años de crisis a todos los niveles es que hemos mejorado en cuanto a conciencia ciudadana y ahora sabemos que es nuestra obligación actuar para cambiar las cosas que no nos gustan. Y por eso expresamos abiertamente nuestra opinión, y no, no estamos radicalmente en contra de todas las rotondas. No somos ilusos que quieren el amanecer solo para ellos. Sabemos que las mejoras son necesarias y que hay rotondas totalmente justificadas. La prueba de ello es que en el proyecto que estamos discutiendo hay proyectadas seis rotondas y, en general, estamos en desacuerdo solo con tres, las que nos parecen totalmente injustificadas. Nadie discute que a la entrada de un núcleo urbano, para evitar riesgos de accidentes, una buena rotonda puede ser una gran solución. Lo que no vemos claro es qué soluciona, por ejemplo, la rotonda de Biniai. No podemos aceptar que sea para solucionar un punto conflictivo ya que claramente no lo es. Tampoco veo clara la relación que usted señala entre esta rotonda y los beneficios del turismo para la Isla, francamente.

También leo que una de las ventajas de las rotondas es que al ser de doble nivel nos permitirán no pararnos al viajar por la carretera general y es cierto, como también lo es que ahora tampoco es necesario pararse.

Una vez más explicaré porqué algunos ciudadanos estamos en contra de las tres rotondas a doble nivel que se proyectan en suelo rural: porque son desproporcionadas y no parecen necesarias; porque supondrán la instalación de una iluminación cara de mantener y que producirá una gran contaminación lumínica; porque se construirán en puntos que no justifican el trastorno paisajístico que van a producir; y porque creemos que el dinero que van a costar puede gastarse en cosas más útiles y menos desproporcionadas.

Señora Herráiz, dice usted en su escrito que vivimos del turismo y que eso genera riqueza, pero a la vez critica que los turistas quieran encontrar la Isla como la dejan al marcharse y que mientras tanto nosotros tenemos que mantenerla. Perdone mi ignorancia pero yo pensaba que eso era cuidar el turismo: mantener los encantos de la Isla para que los turistas quieran volver y se sientan en ella como en su segunda casa y la prefieran a otros destinos turísticos que ofrecen otras cosas.

En situaciones como esta envidio a un país como Suiza, en el que a pesar de votar a sus gobiernos cada 4 años, se realizan consultas a la ciudadanía cada vez que hay que tomar decisiones de interés general y que pueden tener repercusiones a largo plazo. Ellos saben que una mayoría en las urnas no significa necesariamente un acuerdo total con todo lo que haga el gobierno de turno, ni siquiera para los propios votantes del partido. No pretendo que seamos suizos, por supuesto, pero me gustaría que fuéramos más maduros políticamente y comprendiéramos que estar en contra de una propuesta no tiene por qué ser una simple oposición política. Como le decía al principio, esta sociedad ha cambiado y sigue cambiando, y los políticos de este país han de aprender a dar tantas explicaciones como sean necesarias y a no tener miedo a negociar de verdad y a rectificar si es necesario.