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Quiero dedicar esta carta a todas aquellas personas que se han cruzado en mi camino y que, de alguna manera, han formado parte de mi vida. De todas ellas ha quedado algo en mí, de todas he aprendido. Es cuestión de valorar momentos, detalles, situaciones y personas que, simples y sencillos en apariencia o pequeños y efímeros, resultan ser los que nos provocan los mayores instantes de felicidad.

El solsticio de otoño es para mí como el comienzo de un nuevo año. Se inicia la temporada escolar, vuelven las tan añoradas rutinas tras los meses vacacionales del verano; ponemos en marcha nuestros propósitos habituales como apuntarnos al gimnasio, quedar con las amigas (importantísimo), realizar aquel curso de fotografía que teníamos pendiente, mejorar el inglés, etc… O, como yo, retomar los estudios. Así como buscar trabajo de nuevo (que sería mi caso y el de muchas personas), tarea que resulta bastante ardua; no por el hecho de buscarlo en sí, sino por la insularidad y estacionalidad añadida a la que nos vemos sometidos. Cientos de personas de nuevo en el paro: nadie desea esta situación de desempleo, puedo dar fe de ello. En fin, mi válvula de escape han sido los estudios para obtener una mayor formación y porque el saber no ocupa lugar. Los he llevado a cabo en dos años o etapas distintas cuando, muy decidida yo, me matriculé en la Escola d'Adults de Maó para prepararme para obtener el acceso a la universidad para mayores de veinticinco años. Y, sinceramente, pienso que ha sido una de las mejores decisiones que he tomado nunca.

Lo hice con gran esfuerzo y como desafío personal, en un principio. También con muchos miedos (tantos años sin tocar un libro…), el peso de la edad (que, aunque no me sienta mayor, son ya 40 y tantos…), etc. Sentía pánico, sí, pánico y pavor. Sin embargo, todos estos fantasmas se esfumaron en cuanto conocí a mis compañeros/as de aula, todos con sus respectivas inquietudes y motivaciones -con algunos de ellos entablé una gran amistad-, pero sobre todo cuando más disfruté fue durante las estupendas clases que impartían los profesores. Nos motivaban a continuar, valoraban el valor del esfuerzo y el mérito que realizábamos, tenían una forma de enseñar y de empatizar que yo acababa de descubrir. ¡Cómo me hubiera gustado tenerlos cuando cursaba mis estudios de EGB o en el Instituto! Claro que, como adolescente y con las hormonas revolucionadas, no sé si hubiera sido consciente de ello. Hay que decir que en su momento también tuve unos profesores geniales.

Intentar describir las emociones que sentí durante mi última etapa estudiantil, en la Escola d'Adults, no me resulta fácil, además de que quiero destacar todo lo que aprendí y lo que me transmitieron en materias como Literatura Universal, Historia, Comentari de Text, Català, Anglès y Castellano. Nos aportaron la confianza y la seguridad de creer en nosotros mismos. Somos capaces si nos lo proponemos, qué más da si es en un año, en dos o en tres, lo que tardemos en conseguirlo, lo importante es realizar pequeños logros. Mi agradecimiento va para todos ellos, desde Maito que te recibía con una amplia sonrisa nada más entrar por el vestíbulo y a Dani, en el CEIP Antoni Joan.

Quiero encomiar aquí la labor de todos los docentes, especialmente la de aquellos que han hecho de su devoción su profesión. Vaya este guiño muy significativamente a Jaume Gomila, Ana Gomila, Marga Enrich, Elena Calafat e Isabel Pascual, pues con sus conocimientos y su pasión me hicieron amar la literatura, fascinarme por la historia y las letras; en definitiva, sentir un enorme respeto por la cultura, por hechos históricos o términos como: tragedia/catarsis/redimirse, Homero/cíclope/Ulises, Shakespeare/dramaturgo/Hamlet, Baudelaire/sinestesia/simbolismo; cohesión/coherencia/conectores; Diocleciano, feudalismo, Imperio Carolingio, Lutero, Cristóbal Colón, Guttemberg/imprenta, Watts/máquina de vapor, etc. Todo ello por nombrar, y sin querer parecer pedante, un pedacito de hechos históricos, escritores y gramática que me ayudaran, sin duda, a entender un poco mejor la situación en que vivimos y hacia dónde nos dirigimos. ¡La historia es cíclica!

Aunque los libros han llegado a destiempo a mis manos, nunca es tarde para dedicarle tiempo a la lectura y a aprender. A mí me reconforta el alma.

Todo mi respeto y admiración a los docentes de la Escola d'Adults de Maó. Hasta pronto.

P.D. Por cierto, aprobé el acceso a la universidad para mayores de 25 años, así que… ¡ya puedo ser universitaria!

Dolors Guerrero
Maó