TW

Estos días se cumplen treinta años de la muerte de mi padre Fernando Rubió Tudurí. Había constituído la Fundación en 1987.

Me pidió encarecidamente mi padre que aceptara ser miembro del Patronato, además de presidir su Fundación, confiaba en que velase por el cumplimiento de sus objetivos. Trabajaba yo por entonces como funcionaria pública de bibliotecas y me costó encontrar tiempo e involucrarme, pero finalmente accedí y le prometí lo que me pedía.

Me siento satisfecha de haber puesto en marcha, mientras fui Presidenta de la Fundación, la Biblioteca Fernando Rubió Tudurí, que ha funcionado y sigue funcionando muy bien.

Sin embargo, mi primera promesa de presidir la Fundación fue truncada por Josep María Quintana, quien lideró una grotesca moción de censura fundamentada en mi supuesta pérdida de capacidades cognitivas. El asunto terminó siendo él mismo el nuevo Presidente.

Posteriormente fue desmentido por la Audiencia Provincial el motivo de mi cese, pero no fui restituida en la presidencia.

Mucho se ha hablado estos años de los asuntos económicos de la Fundación. Baste ahora referirme al motivo de incumplir hoy la segunda promesa a mi padre: Hace ya más de un año que no puedo viajar a Menorca. He solicitado repetidamente al Patronato que me permita asistir de forma telemática a las reuniones. No he obtenido respuesta. Recibo las Convocatorias de las Reuniones de Patronato con los puntos del Orden del Día, que de tan ambiguos resultan incomprensibles. No recibo las correspondientes Actas que recojan lo decidido en las reuniones, ni aceptan los miembros del Patronato representarme en forma. Tampoco se me permite acceder a la documentación económica de la entidad. Se me mantiene en situación marginal. Me veo obligada a mantenerme informada a través de la prensa de la isla, medio a través del cual he sabido de supuestos pleitos del Patronato con el inquilino de Mongofre o de un proyecto en ciernes para la adquisición de un edificio en ruina.

El oscuro secretismo, la opacidad a la que me tiene sometida el actual Presidente de la entidad, Hipólito Mercadal, hombre de probada ineficacia, ha ido reduciéndome a la insoportable sensación de avanzar a tientas por los entresijos de una cueva de Alibabá.

He dimitido de ser miembro del Patronato de la Fundación creada por mi padre. Lo hice el pasado jueves veinticinco de los corrientes. Dejo la Fundación sin representación familiar y me consta que a mi padre no le habría gustado nada. ¿Quizás eso es lo que ansía este Patronato?

Un senyor damunt d'un ruc.

Mercè Rubió Boada