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La decisión del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Maó de dedicar una escultura a las 75 víctimas del vapor Atlante -37 sacerdotes y 38 militares y civiles- ha suscitado un vivo debate en torno a los dolorosos años de la Guerra Civil 1936-39 y sus repercusiones en Menorca. Los fusilamientos del Atlante y los asesinatos de la oficialidad menorquina en La Mola abrieron profundas heridas en la sociedad menorquina, que vivió una cruenta contienda y la represión de la postguerra.

La barbaridad y la atrocidad de aquellas muertes, analizada con perspectiva, 77 años después, motiva el más firme rechazo al uso de la violencia para imponer ideas o proyectos políticos. Porque con las armas no existe posibilidad de diálogo.

Menorca necesita hoy símbolos de paz, perdón y reconciliación. Desde el respeto a las víctimas del Atlante, así como la legítima demanda de sus familiares, el Ayuntamiento de Maó debe valorar el acierto de esta iniciativa para evitar que provoque un efecto contrario al deseado. Es preciso aprender de los hechos históricos, que no se pueden ocultar, para cerrar la herida de la Guerra Civil en Menorca. Esto exige firmeza y convencimiento a favor de la convivencia, el respeto a las ideas y la tolerancia.