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En una isla que ha sido declarada Reserva de Biosfera por la UNESCO, cualquier proyecto que tenga impacto o afectación medioambiental y paisajística suscita una inmediata controversia. La apuesta a favor de las energías renovables implica la construcción de parques eólicos y plantas fotovoltaicas, pero surge la controversia sobre las dimensiones de estas instalaciones y su incidencia sobre el territorio insular.

La sociedad histórico-arqueológica Martí i Bella ya ha calificado de «devastador» el parque eólico proyectado en Son Angladó, al norte de Ciutadella, que triplicaría la producción de energía renovable en Menorca. Al mismo tiempo, el director general de Energía y Cambio Climático del Govern, Joan Groizard, advierte que las instalaciones para renovables deben adaptarse al territorio. Pero el mismo director general reconoce que «o los promotores presentan proyectos más grandes o difícilmente les son rentables». Javier Ares, conseller de Medi Ambient, propugna salir del rústico y situar los parques eólicos y plantas fotovoltaicas en suelo urbano y polígonos industriales. Abierto este debate, ¿será posible alcanzar puntos de entendimiento?