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El debate televisivo entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez acabó marcado por un cruce de acusaciones, insultos y descalificaciones a cuenta de la corrupción. Lejos de una serena confrontación dialéctica sobre los grandes temas que preocupan a los ciudadanía, los dos candidatos se limitaron a repetir los argumentos ya conocidos e incluso orillaron aspectos tan importantes como la reforma de la Constitución y el encaje de Catalunya en España.

La imagen que percibieron los espectadores consistió en un ataque desaforado por parte del socialista y una improvisada defensa del popular, una dinámica que conduce al 'y tú más', que nada aclara.

Rajoy y Sánchez afrontaron el cara a cara como una última oportunidad para conseguir votos de los indecisos. PSOE y PP se jugaban mucho en la noche del lunes, pero sus líderes desaprovecharon la ocasión para transmitir confianza.

Rajoy se mostró inseguro y Sánchez solo abandonó el terreno de las vaguedades cuando lanzó invectivas a costa de Bárcenas. Un debate sin altura que deja mal sabor de boca. Agrio, tenso y bronco. Todos los ingredientes que España no necesita para afrontar el futuro.