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La protesta protagonizada por los jóvenes de Arran, grupo juvenil de la izquierda independentista, en un céntrico restaurante de Palma, constituye la expresión más radical de la turismofobia en Balears. Un portavoz de Arran-Països Catalans ha anunciado que preparan acciones similares para los próximos días en lo que supone una dinámica peligrosa e inaceptable.

Resulta incomprensible la tibieza con que ha reaccionado la Conselleria de Turismo del Govern, porque la repulsa a un acto vandálico como este no admite matices, como tampoco se puede pretender ocultarlo.

El turismo está centrando el debate social, motivado por el incremento del número de visitantes que llegan a las Islas. El aumento del tráfico rodado, la percepción de saturación y el mayor consumo de recursos así como la controversia sobre el alquiler vacacional han generado el caldo de cultivo para actos como el de Arran, que amenaza con repetirlos. Los mensajes desde las instituciones deben ser contundentes y las medidas no pueden suscitar dudas. Se necesita más temple y claridad de ideas. El acoso a los turistas conduciría al precipicio a la primera industria y fuente de riqueza y empleo.