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El discurso que pronunció anoche la presidenta del Govern, Francina Armengol, en el acto central del Dia de les Illes Balears, mantuvo un serio argumento reivindicativo frente al Gobierno central al apuntar, con acierto, algunos de los serios problemas a los que tiene que hacer frente la Comunitat como consecuencia de una enorme crecimiento poblacional en las últimas décadas. Del mismo modo que el desierto demográfico de amplias zonas de la Península es un fenómeno que se trata de revertir, tampoco es menos cierto que otras regiones asumen este fenómeno migratorio sin que su esfuerzo sea compensado. El eje del debate no está en el freno a la inmigración, nacional o extranjera, como se puede plantear desde determinados partidos. La cuestión central estriba en cómo se puede mantener la calidad de unos servicios básicos –sanidad, educación, asistencia social...– sin que, en este caso, el Estado mejore la financiación de las autonomías afectadas. Armengol también aludió a la protección del medio ambiente y al cambio climático, aspectos sobre los que hay una indudable sensibilidad social creciente. Y es que esa España que se llena también tiene que hacer frente a los inconvenientes de la saturación, en los que el consumo de agua y territorio son los primeros recursos afectados. Efectivamente, el Gobierno debe asumir que «Balears también existe» y que merece ser tenida en cuenta.