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La cifra de países que no tienen contabilizado ningún caso por coronavirus se pueden contar con los dedos de una mano, y posiblemente debido a que carencen de una infraestructura sanitaria básica capaz de contabilizarlo. Esta circunstancia deja al descubierto el alcance de una pandemia cuya propagación está sorprendiendo a los propios científicos, también en su impacto social.

La cifra de fallecidos no deja de crecer hasta ridiculizar a quienes se mostraron más escépticos, incluidos algunos líderes políticos cuya actitud en nada ha servido para contener el problema. La altanería de mandatarios como Donald Trump, en Estados Unidos; Boris Johnson, en Gran Bretaña; Andrés Manuel López Obrador en México; o Jair Bolsonario en Brasil les ha retratado. Todos se han visto en la obligación de tener que rectificar. El único aspecto positivo de esa gran tragedia que es el covid-19 es, quizá, la unificación de esfuerzos a nivel internacional para lograr una remedio, una vacuna, que conjure el peligro.

Es probable que desde el VIH no se hayan dedicado tantos esfuerzos científicos en tratar de neutralizar un virus tan dañino y tan universal, la única vía para lograr superar esa crisis sanitaria que no tiene excepciones.