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La presencia de fondos de inversión interesados en adquirir inmuebles del sector turístico en Balears es una mala noticia para nuestro tejido económico y social. Hasta la fecha, y mayoritariamente, la propiedad de los hoteles pertenecía a empresarios de las Islas que, además, gestionaban el negocio. Unos pocos de ellos crearon grandes compañías con establecimientos en todo el mundo, pero la mayoría de cadenas obtienen su beneficio en el archipiélago, donde están muy arraigadas. Ellas son, en realidad, el motor de la actividad, aunque haya quien la visualice en los Escarrer, Fluxá, Riu o Barceló que, si destacan, es por su proyección internacional, no por su presencia insular. Las dificultades y el desánimo por los que atraviesan algunos empresarios de la hostelería es la expectativa que tienen los fondos de inversión para comprar a bajo precio inmuebles.

La cuestión es que cuántos más propietarios baleares accedan a vender a estos fondos, menos vinculación tendrá la hostelería a la realidad social de las Islas. Que fondos de inversión se hagan con hoteles para alquilarlos o especular con ellos es un vuelco inaudito en la industria turística balear, cuya fortaleza hace apenas un año era incuestionable. El interés inversor de los fondos no debería pasar por alto al Govern, aunque sus posibilidades de corrección sean ciertamente escasas.