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La pandemia ya está teniendo unas consecuencias muy graves para el transporte aéreo. La suspensión de vuelos con Barcelona y puntualmente con Madrid por el confinamiento perimetral de estos territorios es un dato más de esta situación, que se agravará cada vez más durante un largo periodo anormal de actividad. Las compañías no tienen otra alternativa que adaptarse a las circunstancias y adecuar la oferta a unos servicios mínimos, que siempre deberían ser los máximos necesarios para una isla como Menorca.

Las consecuencias de la crisis sobre la conectividad va más allá de una restricción temporal. La pandemia puede tener un efecto duradero sobre la demanda, reduciendo el interés por desplazarse. Las compañías supervivientes, con pérdidas importantes, podrían incrementar el coste de los billetes. A eso se añade la presión para reducir la contaminación por queroseno que provocan los aviones.

Es previsible un nuevo escenario en materia de transporte aéreo en que Menorca deberá defender el derecho que hace décadas reivindica: una comunicación aérea suficiente, en cantidad y precio, para no quedar aislados.