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El ataque sorpresa de Hamás, la organización militar y política de Palestina, sobre Israel ha abierto un escenario de preocupación e incertidumbre a escala mundial, con centenares de víctimas y heridos, miles de desplazados, y una escalada de la violencia. Los efectos ya se están viendo en los mercados bursátiles, que se han teñido de rojo; aumenta el precio del petróleo, huye el turismo de la región, y se están cancelando numerosos vuelos y viajes.

Este nuevo trágico capítulo en el largo conflicto que enfrenta, desde hace años, a palestinos e israelíes no ha hecho más que empezar, porque el primer ministro Benjamín Netanyahu ya ha advertido a los israelíes que se preparen para una guerra larga y difícil. Israel, que se siente agredido y humillado, ha movilizado a 300.000 reservistas en su respuesta para pasar a la ofensiva. Al mismo tiempo ha ordenado el «bloqueo total» de la Franja de Gaza, de manera que el enclave palestino quedará sin suministro de electricidad, alimentos y combustible.   

Urge, por tanto, parar este enfrentamiento bélico que se acentuará en los próximos días. Esta guerra constituye un fracaso de la diplomacia que deteriora las relaciones internacionales y abre un periodo de grandes riesgos. El polvorín de Palestina e Israel es un incendio que cuestiona la seguridad y la paz. Es el momento del diálogo.