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Pep Mir
El número de afiliados al sindicato UGT ha crecido un 35 por ciento en el último año. El asalariado que siempre había sido ajeno al movimiento sindical de repente se ve en apuros, con un empresario que le despide o le cambia a peor las condiciones de trabajo, y un montón de papeles que no sabe interpretar. Se siente lesionado en sus derechos, herido en su integridad laboral, sin fuerzas para afrontar la situación solo. Ante esto pide información, se asesora, denuncia.

Entonces allí está el sindicato, que lo ayuda. Analiza al empleado herido, hace un diagnóstico de su dolencia e intenta encontrar la medicina adecuada. Es su labor.
El sindicato es el médico del asalariado, y son muchos los que sólo se acuerdan de él cuando se encuentran mal, cuando les duele su salud laboral. Entonces van al médico, es decir, al sindicato. A pesar del símil, existe una diferencia considerable entre médicos y sindicatos. Ninguna persona sana duda de la necesidad de la existencia de los médicos. No obstante, son muchos los que en condiciones laborales óptimas desprecian a los sindicatos, no reconocen su labor y los consideran simples "pancartistas". Los sindicatos no son perfectos: a veces juegan demasiado a políticos, en ocasiones abusan de sus derechos y practican la movilización periódica obligada. Pero son imprescindibles y su labor debe ser reconocida sin duda alguna.